Si todos nosotros, antes de tomar
una decisión, de emitir un juicio,
de hacer una promesa,
nos tomáramos unos minutos para
meditar acerca de lo que vamos a hacer,
seguramente las cosas marcharían mejor.
Porque cuando prometemos algo,
es necesario tener la certeza
de que vamos a poder cumplir.
Cuando opinemos sobre alguna cosa,
que nuestra opinión refleje algo
acerca de lo cual estemos convencidos.
Recordemos que nuestras opiniones,
un poco, nos reflejan a nosotros.
Y cuando tomemos una decisión,
que la misma sea lo más acertada posible
y que nunca lastime a los demás.
La gente valora las personas estables,
con carácter parejo,
y con patrones de conducta definidos,
y se desconcierta ante quien
hoy los acaricia y mañana los golpea.
Pero creo que las relaciones humanas
serían mucho más armoniosas
si todos respetáramos
la siguiente premisa:
No actuar frente a los demás como
no nos gustaría que actuaran
con nosotros mismos.
Si antes de expresarnos,
de una u otra forma, ante los demás,
nos pusiéramos en el lugar del otro
y evaluáramos cómo nos sentiríamos
si fuéramos los
verdaderos receptores,
con toda seguridad no existirían
los insultos, las palabras hirientes,
los gestos despectivos...
¿Por qué no ponemos en práctica
esos cinco minutos de reflexión?...
Dale... animate a ser mejor...
A/D