Me da una congoja
de que estés tan lejos
que se llena el alma
de un frío tremendo,
me da en las palabras
y me quema el cuerpo,
me duele tu barrio,
tu gente, tus sueños.
Me duele saberte
capaz del misterio,
me duele tu enorme
ternura sin puerto.
Me duele tu vida
tanto que me duelo
y estallo en el llanto,
por tus duendes muertos.
Me duelen las calles
barrosas de tiempo
que las lluvias gastan
todos los inviernos;
me duele la noche
que llevas adentro;
me duele la trampa
tendida en silencio
por la primavera
que en tus años nuevos
dio el golpe de gracia
y anuló el esfuerzo
de la rebeldía
que fuera proyecto,
hasta que caíste
con tus labios secos.
A. Battaglia
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