Pensamiento positivo
Para Ti
Es posible programar un 2010 en positivo cuando
el afuera se ve negro y parece derrumbarse?
Sismos. Desastres climáticos. Desórdenes
financieros a nivel nacional y desplomes de
la bolsa a nivel global. La amenaza
del terrorismo internacional.
El resurgimiento de profecías apocalípticas...
A tener fe: diferentes psicoterapias, técnicas,
disciplinas y enfoques filosóficos aseguran
que esta tarea es posible.
¿Cómo? A través de un pensamiento positivo.
Puede sonar a una verdad de Perogrullo o una
frase New Age, pero no lo es.
Un gran caudal de pensamiento científico
avalado por innumerables nombres
reconocidos internacionalmente trabaja
desde hace décadas en el convencimiento
de que el pensamiento tiene un poder inmenso.
Lo que pensamos –traducido en palabras–
tiene la fuerza de mover montañas: genera una
energía tal que produce acciones,
estados de ánimo y crea realidad.
Según los investigadores, aquellas personas que
tienen una actitud mental positiva encaran
la vida de otra manera: son emprendedores;
están más abiertos a novedades; transmiten
esperanza; son más saludables; ante un fracaso,
ven crecimiento; se proponen metas y las logran
con éxito.
“Hay gente que no se tiene confianza, que piensa
que cada cosa que encarará le saldrá mal.
Los que nacen con una predisposición a ser
negativos crean un clima negativo y generan,
así, una profecía autocumplida.
En verdad, uno no nace con confianza.
El optimismo, al igual que la confianza, se aprende.
¡Todo se puede aprender! Y lo bueno es que
los recursos para lograr el cambio y obtener
los objetivos que queremos alcanzar están
dentro de nosotros”, asegura Axel Persello,
director del Instituto Argentino de Formación
e Investigación (IAFI), un lugar dedicado
a la capacitación, investigación y acción social
a través de la Programación Neurolinguística (PNL).
Desde la perspectiva de la PNL, del Coaching
Ontológico, de la Fundación El Arte de Vivir y
de la Psicología Positiva, lo que parece imposible
o cuesta arriba se convierte en
objetivos alcanzables:
bajar de peso, dejar de fumar, mejorar
la relación con tu pareja,
ir al gimnasio, comprarse un departamento,
volver a estudiar,
concretar el viejo sueño de montar un
microemprendimiento y hasta
tener una mejor calidad de vida.
Conseguirlos no te insumirá la vida: estos
enfoques prometen resultados rápidos.
Se trata de terapias y cursos breves que
trabajan en el aquí y en el ahora.
Y, ante la pregunta de si es posible programar
un 2010 en positivo, ellos aseguran que sí.
“Para tener una actitud positiva y éxito
en la vida es preciso soltarnos un poco de
la realidad y generar un microclima.
Uno puede decidir qué vida quiere llevar.
Para muchos, 2001 fue una catástrofe;
para otros, fue el mejor año de sus vidas”,
asegura Patricia Hashuel, instructora de
Coaching Ontológico y directora del Instituto
de Capacitación del Coach (ICC).
La clave está en ser capaz de ver la vida con
lo que popularmente se llama
el vaso medio lleno.
ANTECEDENTES DEL OPTIMISMO.
¿Por qué frente a situaciones traumáticas,
mientras algunas personas ven el medio
vaso vacío, otras lo ven medio lleno?
La pregunta puede parecer tonta.
Sin embargo, para una parte importante de
los estudiosos de la salud mental ha sido
fundamental.
Los antecedentes se remontan a la década
del ‘50, con Milton Erickson, médico y
psicoterapeuta norteamericano considerado
el padre de la terapia sistémica: en lugar de
trabajar con los defectos y las carencias de
las personas, Erickson empezó a hacer hincapié
en sus recursos y fortalezas.
“Mientras las terapias tradicionales no podían
hacer nada
con algunos pacientes, él, con sus técnicas
orientadas en las soluciones, obtenía un gran
éxito y en menos tiempo”,
cuenta Claudio Des Champs, psicólogo,
psicoterapeuta, docente y fundador de
la Escuela Sistémica Argentina.
Otro nombre ineludible es Viktor Frankl,
un neurólogo y psiquiatra austríaco que,
a partir de su experiencia en varios campos
de concentración nazis, escribió el libro:
El hombre en busca de sentido.
Frankl es el fundador de la Logoterapia y,
además, de una psicoterapia de la esperanza.
También fue clave Boris Cyrulnik, un
psicoanalista francés que –en base a
su propia experiencia– estudió los
mecanismos de supervivencia desarrollados
por gente que había tenido infancias duras,
o había sido víctima de abusos o que había
pasado por guerras.
“Grosso modo, la enseñanza de la resiliencia
–un término acuñado por él– es que uno no es
lo que le pasa: uno es lo que hace con eso que
le pasa.
Quienes atraviesan alguna situación traumática
se apoyan en mecanismos internos para salir
adelante. Esa experiencia les da un
crecimiento personal: su vida alcanza un
nivel superior”, explica Des Champs.
Gran parte de estas investigaciones fue ignorada
hasta que aparecieron las neurociencias,
que –entre otros grandes logros– confirmarían
cómo algunos daños celulares a nivel cerebral
se podían regenerar a partir de las emociones
y el contacto con los otros.
En un camino en donde la inteligencia emocional
se mezcla con la psicología, aparece un hombre
llamado Martin Seligman.
Este psicólogo norteamericano pasó varios
años de su vida experimentando sobre el
desamparo y la depresión, basándose en
estudios de enfoques sistémicos, terapias
cognitivas y estudios lingüísticos.
“Lo del vaso medio lleno y medio vacío es,
en realidad, un juego de palabras.
Es lo mismo que la frase:
‘Me faltan cinco para el peso’.
Sin embargo, ambas revelan la percepción
que la gente tiene de sí misma.
Es casi seguro que quien lo dice es alguien
quejoso, que verá todo en la vida de forma
negativa.
La conclusión de Seligman fue que la depresión
se aprende: uno no nace depresivo sino que es
probable que se vaya modelando como un ser
depresivo.
El razonamiento siguiente fue: ‘si la depresión
se puede aprender; entonces, también se
puede aprender a ser optimista’”,
cuenta Des Champs.
Los aportes realizados por Seligman, un
hombre que en las fotos no para de sonreír
y que desde 1998 preside la Asociación
Americana de Psicología, pusieron patas
para arriba a la psicología. Desde el mismo
establishment, aparecían palabras nuevas
(un cuco hasta entonces): bienestar, optimismo,
felicidad. Nacía entonces la Psicología Positiva.
DESARTICULAR LO NEGATIVO. A pesar de
que la Programación Neurolingüística,
el Coaching Ontológico y la Psicología Positiva
tienen diferencias de enfoque, poseen también
muchas cosas en común: la capacidad de
aprendizaje del ser humano y de transformar
una realidad adversa para lograr sus metas.
“Por más optimista que seamos, los miedos nos
asaltan sin que nos demos cuenta y boicotean
nuestros deseos”,
analiza Patricia Hashuel, instructora –desde hace
12 años– de Coaching Ontológico, un
posicionamiento filosófico basado en la ontología
del lenguaje.
Esta corriente nació en Chile, hace más de dos
décadas, de la mano
del biólogo Humberto Maturana y del filósofo
Fernando Flores. Licenciada en Administración
de Empresas y directora del Instituto
de Capacitación del Coach (ICC), Hashuel
se presenta a sí misma como una facilitadora
de objetivos: “Ayudamos a que la gente logre
desarticular esas conversaciones internas y
se ‘empodere’.
Los entrenamos para que reconozcan y prioricen
sus dones, habilidades y competencias.
Dentro de cada uno de nosotros vive un ser
exitoso al que, muchas veces, no dejamos salir”.
Creada en los ‘70, por el lingüista y filósofo
John Grinder y el matemático y analista de
sistemas Richard Bandler, la Programación
Neurolinguística (PNL) es un método que afirma
que es posible revisar “nuestro software”
cerebral para obtener cambios a voluntad.
“Nuestro comportamiento surge de la interacción
de tres áreas: pensamiento, emoción-sentimiento
y conducta.
Si ponemos la atención en una de ellas podremos
comprobar cómo cada una modifica a las demás”,
explican Alejandro Sangenis y Marcela Beatove,
ambos master trainers en PNL y consultores
de empresas y particulares.
Una de las máximas de la PNL es que todos
los recursos se necesitan
para cambiar e instalar nuevos hábitos,
una nueva visión de la vida,
nuevos conocimientos, nuevas habilidades.
La Psicología Positiva también se centra en
las fortalezas a partir de la auto-observación.
“En los ‘60, la gente salía destruida de las
sesiones de terapia.
Es cierto que uno puede hablar de lo que le
duele un rato, pero ¿para qué hacerlo todo
el tiempo? ¡Si lo que en verdad la gente quiere
es seguir adelante –lanza Des Champs–.
El objetivo de la Psicología Positiva es poner el
foco no sólo en reparar sino en construir recursos,
desplegar cualidades positivas y elaborar guiones
esperanzadores para el desarrollo y bienestar
sustentable de los seres humanos”.
Los aportes de Seligman –que se conocen desde
hace tiempo en la Argentina, y es la Universidad
de Palermo una de las instituciones que más se
identifica con ellos– tienen que ver con el
trabajo con los valores (no sólo a nivel moral sino
practicar lo que uno dice, la práctica del perdón y
del auto perdón (“La culpabilidad no ayuda”,
“No juzgues a los demás”); la gratitud
(“¿Quién no tiene alguien a quien agradecer?
¿Les has dicho a ellos lo mucho que han
influenciado positivamente en tu vida?”).
Quienes adhieren a la Psicología Positiva
sostienen que uno puede programar el año
que quiere hacer (y no tenerlo).
Por eso, es bueno programar a corto plazo:
para poder sostenerlo en el tiempo.
Es ideal que, en la rutina diaria, haya lugares
de meditación, o de ‘actividades endorfínicas’
(bailar, cantar, estar con amigos).
Dice Des Champs: “Con estas actividades,
la gente vuelve impactada.
Al obtener emociones positivas, cambia en
otros aspectos. La vida empieza a tener
más sentido”.
Logra ese ansiado estado de flow.
(CONTINÚA...)
Cristina.-
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