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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: cristina 07  (Mensaje original) Enviado: 17/02/2010 04:24
  Laboriosidad: Gran Aliado en

 la Formación de la Voluntad

Autor: Alfonso Aguiló Pastrana

 
                               Recuerdo a unos

 

 

                      padres que organizaban las horas de

 estudio de su hijo hasta el detalle,

le racionaban el tiempo libre con criterios

muy estrictos , venían a ver a los profesores

con inusitada frecuencia, e intervenían en

todo lo que el chico pudiera hacer o decir.

Eran como sus portavoces, anulaban

su personalidad.

Con esa pretensión de control absoluto y

de superprotección hacían pasar una notable

 vergüenza al chico,

molesto por el riguroso cerco al

que estaba sometido.

Le llevaban en coche al fútbol, porque

no iban a dejarle ir solo, con la

bolsa de deporte, 'tal como está el mundo'.

Le insistían en que se abrigara,

 le corregían continuamente,

le planificaban el descanso, le recordaban todo.

Su padre se empeñaba incluso en que le

 tenían que gustar las rimas de Bécquer y

la música de Vivaldi, porque

'esos cantantes modernos lo único que hacen

es pegar berridos'.

 Era todo un intento de meter a presión en

 un molde su forma de ser y sus aficiones.

Con planteamientos así no se puede pretender

que el chico llegue a ser alguien responsable.

Hay que educarle en libertad, con una

vigilancia atenta, pero que mantenga un

poco las distancias.

 Si no, le será difícil llegar a entender

–y es importante– que él mismo es quien

 debe estar interesado en estudiar y

 encontrar el modo de hacerlo lo mejor posible.

No es difícil sustituir ese cerco de controles

por motivaciones más positivas:

en vez de prohibirle la televisión,

por ejemplo, acordar con él un resultado

concreto en el estudio.

En vez de privarle de algo, sin más,

 hacerle ver que debe ser generoso y

compartirlo con su hermano.

En vez de afear su mala conducta, elogiar

la que ha sido buena –que la habrá– y

 decirle que estamos seguros de que

puede ser así siempre.

Interesa dejar un amplio margen a

su iniciativa personal. No podemos

pretender que tenga el mismo modo de

organizarse o de estudiar que tuvimos nosotros.

Tiene su modo de hacer las cosas y de

entender los problemas.

Y a esta edad hay que empezar ya a respetarlo

con bastante tacto, pues el exceso de

imposiciones suele producir el efecto contrario:

el deseo de libertad puede incluso llevarle a

hacer lo que no quisiera, con tal de dejar

 bien sentada su independencia personal.

Debe tenderse lo más posible a que actúe

 bajo su propia responsabilidad.

 Los educadores que dejan huella –y

 huella de la que se recuerda toda la vida–

son aquellos que saben hacer que esté en

condiciones de tomar decisiones y elegir

caminos cuanto antes.

Es un gran error ser posesivos o impositivos.

Es mejor ir haciéndole amistosamente las

 preguntas oportunas sobre el porqué

de sus ideas.

Este modo de comportarse tiene otra ventaja:

 cada día se aprende algo de ellos; por eso,

tener la suficiente sensibilidad para lograrlo

es una tan preciada cualidad en el educador.

—Oye, que estábamos hablando del estudio:

 - Sí, pero el estudio es el campo en que quizá

 más claro puede verse todo esto.

 Debe aprender a organizar su tiempo y

decidir sobre el mejor modo de dar cabida

a todo: estudio, descanso, aficiones,

ratos de tertulia familiar, y

sus encargos en la casa.

Que razone él mismo

 (aunque se le puede ayudar) para aplicar

 un orden de prioridades en las cosas que

tiene pendientes.

 Es mejor pedirle resultados concretos y hacer

el papel de observador, con una vigilancia

que sea atenta y respetuosa a la vez,

 serena, y afable a la hora de intervenir,

sin caer en la tentación de pretender

 fiscalizarlo todo.

 Al chico empiezan a molestarle las

actitudes excesivamente paternalistas.

Porque esos pequeños golpes son los

 que más enseñan al niño, ya que son consecuencia

del empleo consciente de su libertad.

 Lo contrario produce inhibición.

 Si hay un exceso de dirigismo, el chico no

 termina de convencerse de que es bueno

 lo que le obligan a hacer, porque nunca

llega a experimentar el fracaso como

 consecuencia de una decisión libre suya.

El principal enemigo del dejar hacer

 es la impaciencia.

No en vano dice aquel proverbio turco

 que la paciencia es la llave del paraíso,

pues aunque costosa, sus frutos son

extraordinariamente sabrosos.

Hay que aprender a esperar, cosa nada fácil,

y contar con el tiempo para que mejore,

 sin exigir resultados milagrosos, como no

los obtuvieron con nosotros nuestros padres.

Ir a las causas, sin quedarse sólo

 en lo académico: Muchas veces queremos

curar el sarampión granito a granito,

y no puede ser. Es preciso ir a las causas.

 Un niño sano, a esta edad, en un ambiente

normal, debe querer estudiar.

 Lo contrario indica alguna anormalidad.

Estando en contacto con su tutor o sus

profesores, no es difícil saber qué es lo

que pasa. Lo que no es acertado es querer

arreglarlo a base de remedios superficiales.

 No podemos pretender arreglarlo

resolviéndole los problemas de matemáticas,

 dictándole la redacción o haciéndole la

lámina de dibujo. Ni tampoco con la comodidad

de poner un profesor particular,

si el problema es que no le da la gana

esforzarse por atender en clase.

—¿Por qué no pones algunos ejemplos

 más concretos?:

- ¿De verdad quieres ejemplos de

contradicciones educativas?

Seguro que muchos nos resultarán

familiares a todos.

1.- Si resulta que come siempre lo que le

da la gana, fuera de hora, y a su capricho...,

luego no te quejes de que sea tan blandito

que no aguante ni quince minutos estudiando.

2.- Si se pasa la tarde en casa en pijama,

estudia tumbado en la cama, y cuando se

 sienta en el sofá adopta siempre posturas

 hiperperezosas..., luego no te extrañe que no

 sea capaz de vencer la pereza para hacer

esas tareas de clase o preparar aquel examen.

3.- Si se pasa el día con la cabeza en otro mundo,

distraído, viendo horas y horas de televisión,

escuchando música a todo volumen o absorto

con sus auriculares hasta altas horas de la noche,

sin exigirle que participe en el ambiente familiar...,

luego no te maravilles de que sea bohemio,

esté lleno de fantasías y que no logre

concentrarse ni cinco minutos seguidos en clase,

en el estudio, o en la lectura de ese libro que

 le han mandado para un trabajo del colegio.

4.- Si se ha pasado la vida sin guardar ningún orden,

dejando tiradas su ropa y sus cosas del colegio,

sin sujetarse a un horario...,

bien pueden ser ésas las causas de su actual

descuido y desorden integral en los estudios.

5.- Es un error grave preocuparse sólo de

 las notas. Hay padres que, cuando van al colegio,

sólo preguntan por el boletín de notas,

las recuperaciones y el profesor de matemáticas.

Piensan en la carrera que hará su hijo, pero no

 en el tipo de persona que será.

Y no les importa si su hijo es buen compañero,

 o leal y sincero con los amigos.

6.- Como padre, o como madre, debes preocuparte

de saberlo. Entérate, por ejemplo, de si ya

 ha aprendido a dejar el bolígrafo o los

rotuladores o ese libro a sus compañeros

 de clase. Preocúpate por saber si lleva ya

al colegio, para jugar con sus amigos, aquel balón

que le han regalado en su último cumpleaños.

No resulte que esté convirtiéndose en un egoísta avaro

 de sus libros, sus rotuladores o su balón

 de reglamento.

7.- Porque las notas suelen ser muchas veces

consecuencia de lo demás. Y, aunque no fuera así,

 ¿de qué serviría tener un hijo premio Nobel

si luego es un egoísta, está lleno de orgullo,

 o es un envidioso redomado?

 —Oye, que supongo que no todos los problemas

 serán de falta de voluntad o de virtudes...:

- Cierto. Hay también, aunque con menor

 frecuencia, problemas de aprendizaje.

 Pueden ser dificultades de lectoescritura,

comprensión, memoria, atención, etc.,

que quizá se agudizan a estas edades.

A veces se ponen de manifiesto coincidiendo

 con el año en que en el colegio pasan al

sistema de un profesor por asignatura.

Es cuestión de acudir entonces a un

gabinete psicopedagógico de confianza.

Castigar es fácil; motivar es difícil:

Vuelvo a insistir brevemente en la motivación y

 en el castigo, porque en los estudios de los

chicos suelen tener bastante protagonismo.

Si se tiene verdadera autoridad,

raramente será necesario castigar.

Un simple detalle, una mirada o un sencillo

comentario más severo que muestre que ha

actuado mal, suele ser suficiente si le hemos

 educado bien y con cariño. El recurso al castigo

es casi siempre la solución más cómoda

y socorrida, la menos inteligente.

El castigo es el arma de quien no sabe

educar mejor :De todas formas,

si honradamente no se te ocurre mejor solución,

castiga. Pero que sepas que es porque antes no

 supiste hacerlo mejor; y que aún ahora

existen otras soluciones. Pero no lo dejes

 pasar si crees que hay que actuar.

Cuando uses del castigo, el chico ha de quedar

 siempre con la sensación de que ha habido

 justicia, como si hubiera perdido en un juego

 con unas reglas muy claras y sin trampas.

 La reprensión y el castigo deben ser como el

eco del reproche que el niño se haga a sí mismo

en el interior de su conciencia. Si no se consigue esto,

su eficacia es muy dudosa.

También conviene que los castigos sean

en lo posible educativos, relacionados con

la falta cometida. E incluso productivos, si es

 posible, porque así al cumplirlo no se añade la

carga de sentir que se está haciendo

algo absurdo o inútil.

Por eso, si tiene desordenado el armario,

se le puede decir que lo ordene antes de salir.

Si llega tarde a comer, puede recoger la

 mesa o hacer algún otro trabajo doméstico,

y descargar así de trabajo a otros.

Y si las notas no han sido buenas,

 habrá que marcarle unos mínimos exigentes

en su estudio, y deberá cumplirlos.

Motivar no equivale a premiar. Es más.

Es infundir un deseo de actuar de un modo

 determinado: de estudiar, de ayudar a los demás,

de saber, de conocer.

El último ejemplo que quiero poner se refiere

 a los castigos físicos.

 Recuerdo la vergüenza ajena con que vi en

 una ocasión a una madre en la triste situación

de correr detrás del hijo que huía del

 castigo corporal.

Aparte de un espectáculo penoso, es muestra

 muy sintomática de una autoridad ya casi perdida.

No se debe pegar, y quienes tengan que llegar

a hacerlo habrán de ser conscientes de que es

consecuencia de una larga acumulación de

errores en la educación del chico y en la autoridad

 de los padres. Suele ser consecuencia de la irritación

y de la pérdida del dominio de sí mismo,

desprestigia a quien la emplea, produce resentimientos,

 y es algo que recordarán cuando sean mayores y

 que difícilmente nos podrán agradecer.

Sobre Alfonso Aguiló Pastrana:

Madrid 1959. Ingeniero de caminos (Madrid, 1983)

Ha tenido relación durante más de veinte años

 con la formación de gente joven en diversos

trabajos de carácter educativo y docente.

Actualmente es director de Tajamar (Madrid, España).

 Es autor de numerosas publicaciones, entre las

que se cuentan siete libros en la colección

'Hacer Familia' , etc.-

Fuente:

http://www.es.catholic.net

 

 



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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Graci Enviado: 21/02/2010 02:15
¡¡¡Genial mensaje, amiga!!!
 
 
 
 

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: cristina 07 Enviado: 21/02/2010 02:44
 
 
 


 
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