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Foto: Marc van der Aa
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Aquel fiel criado aguantaba las impertinencias de su viejo patrón,
por la promesa de que “estaba presente en su testamento”.
Así pasaron largos años, llenos de amarguras y vejaciones, soportadas
con la esperanza de la herencia prometida.
Cuando finalmente murió aquel hombre, y el testamento fue leído,
el pobre sirviente descubrió que lo que su señor le había dejado era
“el honor de, al morir, ser enterrado en el cementerio de la familia”.
Eso era todo.
Pienso que el desilusionado hombre hubiera preferido
quinientos dólares en vida, a todos los honores del mundo,
después de muerto.
Bien dice el dicho: “Vale más una flor para el que está vivo,
que una corona completa para el que se ha ido”.
Y hablando de flores, cuenta una leyenda persa,
que el poeta Sadí, cuando en su juventud era esclavo,
dio a su amo una hermosa rosa, acompañada de un sencillo poema:
“Haz bien a tu siervo mientras puedas hacerlo, pues el tiempo para
poder hacerlo es tan transitorio como la belleza de esta flor”.
Parece ser que esta hermosa verdad tocó el corazón del amo
de tal manera, que le dio la libertad al que más tarde llegó a ser
clásico de las letras persas.
Y esa misma verdad debería movernos a ti y a mí.
Hagamos el bien a quienes nos rodean,
pues “el tiempo para hacerlo es tan transitorio
como la belleza de una flor”.
¿Puedes tú regresar las agujas del reloj y
hacer retornar el pasado? ¿Puedes ir atrás en el tiempo y
corregir el mal que hayas hecho, o hacer el bien que no hiciste?
No, el ayer, para bien o para mal, ha quedado sepultado
para siempre.Pero tienes el día de hoy. ¿Te has preguntado
alguna vez por qué se te permite vivirlo?
¿Será una oportunidad más de disfrutar de la vida y facilitar
que los demás la disfruten también?
Creo que hay una enorme sensatez en vivir el presente.
Si amas a tus hijos, acarícialos hoy, mañana se habrán ido.
Si haz de ayudar a un amigo, hazlo hoy, quizá mañana
ya no lo necesite, ni tú puedas oírlo.
VidaPositiva.com
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