Aunque no recuerdo haber visto nunca un circo de pulgas
-antiguo espectáculo callejero protagonizado por esos insectos-,
encontré un artículo fascinante sobre cómo las entrenan.
Las pulgas son capaces de dar enormes saltos para
lo pequeñas que son.
Para amaestrarlas las colocan en una cajita o en un frasco.
Si éste no tuviera tapa, las pulgas se escaparían fácilmente
de un salto. Así que el entrenador coloca una tapa y espera.
Dentro del recipiente, las pulgas saltan, ansiosas por escapar.
Se dan contra la tapa y vuelven a caer. Una y otra vez, saltan,
se pegan contra la tapa y vuelven a caer. Al cabo de un tiempo,
ya no saltan tan alto. Llegan casi hasta la tapa, pero sin tocarla.
Pasado un tiempo, el entrenador retira la tapa.
Si bien las pulgas podrían escapar fácilmente,
ni siquiera hacen el intento. Se han acostumbrado a saltar
sólo hasta cierta altura.
Han llegado a la conclusión de que ese es su límite,
de que no pueden hacer más, y no tratan de superar esa barrera.
La libertad está apenas a un salto de distancia, pero las pulgas
no dan ese salto. «¡Qué pulgas tan estúpidas! -pensamos-.
Tienen tan poca inteligencia que no se dan cuenta de
que el frasco está destapado».
Sin embargo, reflexionando un poco, nosotros mismos a veces
también nos dejamos coartar por barreras imaginarias.
Si luego de algunos intentos, fracasamos,
se nos derrumba la confianza.
Así, la próxima vez que se presenta la ocasión de hacer
algo nuevo o de mayor envergadura, no nos animamos
a abordarlo por considerarnos incapaces.
La vida está llena de oportunidades de hacer borrón y
cuenta nueva y empezar de cero. Para qué dejar que los
reveses sufridos o errores cometidos -al igual que la tapa
inexistente del frasco de las pulgas- nos impidan saltar.
¡No aceptemos límites imaginarios!
Con la ayuda de Dios podemos alcanzar nuevas alturas.
¡No te des por vencido..!
Algunos obstáculos que Dios te pondrá delante te parecerán
insuperables; pero para las personas de fe no hay imposibilidades.
¿A qué esperas, pues? Empieza a escalar. Vale la pena hacer
el ascenso -aunque cueste-
por el panorama que se divisa desde la cúspide.
Mira adelante, levanta la vista hacia las alturas
que pronto alcanzarás, imagínate esos paisajes que dentro
de poco te extasiarán si sigues luchando, escalando
y venciendo dificultades sin darte por vencido.
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