Elisabeth RosenthAl The New York Times
LONDRES.- No hay nada mejor que una gigantesca nube de ceniza
volcánica que obliga a cancelar los vuelos en toda Europa para convertir
este mundo vertiginoso y globalizado en un lugar más íntimo,
pausado y acogedor.
Por supuesto que entre los cientos de miles de viajeros que esta
semana se vieron obligados a permanecer lejos de sus familias
y sus hogares cundieron el estrés y la ansiedad. Estamos acostumbrados
a poder ir a donde queramos y conseguir lo que queramos cuando
queramos, gracias a la fenomenal red de transporte mundial. Sin ella,
en más de un sentido, estamos perdidos.
Pero como al fin y al cabo no había a quién culpar de la actual contingencia
y había muy poco que se pudiera hacer para solucionarla, muchos
viajeros que se encuentran en esta ciudad han descubierto que este
ocio forzoso es como un respiro de las presiones y el vértigo de la
vida en el siglo XXI.
No se oía, obviamente, el rugir del motor de los aviones en el cielo.
Pero hay más: debido a que desde hace cuatro días Londres vive
un fantástico clima primaveral, ésta ha sido una oportunidad para
caminar sin andar a las corridas, un ritmo de vida que no se
experimentaba desde hacía 25 años.
(Expongo mi caso personal: volé a Londres para lo que sería apenas una
escala nocturna, el miércoles por la noche,
y aquí estoy desde entonces.)
Birgit Wittenstein, una cardióloga pediatra de Kiel, Alemania, vino a
Londres para asistir a una importante conferencia y debería haber
vuelto a casa el jueves, el primer día en que los vuelos fueron
cancelados. El viernes, estaba en pánico. 'Pensé: tengo que salir de
acá y volver a casa', dijo, y explicó que su hijo cumplió 6 años el sábado.
Entonces, sucedió algo casi mágico. 'Tardé 24 horas en tomar conciencia
y decirme: «Bueno, tengo un poco de tiempo libre para hacer compras
y leer» por primera vez en seis años', afirmó Wittenstein mientras
pasaba las páginas de una novela de Salman Rushdie y se tomaba
un café en el soleado domingo londinense.
Wittenstein aprovechó los últimos dos días para encontrarse con viejos
amigos, ver un espectáculo, hacer sobremesa después del desayuno y
realizar largas caminatas por Hyde Park. Incluso se compró una cámara
para tomar fotos, algo que no había hecho en dos años de viajes de
trabajo. Hoy espera volver a Alemania en tren, ya que logró
comprar un pasaje.
Los negocios que durante la última década pasaron a depender del
comercio globalizado se han visto obligados a recurrir a sus antiguos
proveedores de insumos.
Mahmoud Rizbi, un vendedor de frutas de Westbourne Grove, dijo
que gran parte de su mercadería llega por avión: ananás y mangos de
Brasil, guayabas de Egipto, tomates de España. Anoche, debía realizar
su primera visita al mayorista desde el martes, cuando Gran Bretaña
canceló el tráfico aéreo. Sus colegas le adelantaron que no esperara
encontrar gran variedad y que los precios habían subido.
Clima excepcional
Sin lugar a dudas, el clima excepcional ha contribuido para que el
tiempo libre obligado se convirtiese en una oportunidad, más que
en un incordio. 'No es mal lugar para quedarse varado',
dijo Scott Anderson, de 45 años, que llegó a la ciudad para una reunión
de negocios de tres días desde Estados Unidos. Sin embargo, agregó
que algunos de sus 30 compañeros de trabajo están muy contrariados
por la demora, sobre todo los que tienen hijos pequeños. Mientras los
europeos pueden optar por un largo viaje en tren para volver a sus
hogares, los norteamericanos no tienen más remedio que esperar.
Thomas y Doris Lutz, de Viena, aterrizaron en Londres con su hijito
para hacer un trasbordo y seguir viaje camino a San Francisco, donde
pensaban disfrutar de 15 días de vacaciones, pero quedaron
varados a causa de la cancelación de los vuelos. Los enviaron a un
hotel en Londres. Después de un primer día 'de mucha frustración',
decidieron olvidarse de Estados Unidos y están disfrutando de sus
vacaciones en Londres. 'Ha sido extraño y estresante, pero no había
estado aquí desde hacía 16 años y hay tanto para ver?', dijo Doris.
Hace cuatro años, en su viaje de regreso a Austria desde Florida, la pareja
sufrió un inesperado retraso de tres días en Halifax, Nueva Escocia,
cuando su avión tuvo problemas mecánicos. Su hijo Tim, que ahora
tiene 3 años, es el fruto de esa experiencia de ocio obligado.
Thomas, un banquero con una vida laboral muy intensa, dijo:
'Nuestros amigos aseguran que ésta será una nueva Halifax'.
Traducción de Jaime Arrambide. Fuente Diario La Nacion.
The New York Times
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