Cuando cada uno de nosotros enfoca su vista, elije qué mirar. Del mismo modo que al hablar o escribir elegimos unas palabras y no otras. Cuando miramos elegimos qué ver.
Y cuando nos damos cuenta de este "detalle" que parece ínfimo empezamos a sonreir.
Y entonces,
le sonreís a otra sonrisa.
le sonreís a un pájaro que despliega toda su libertad sólo para que veas que es posible.
le sonreís a un árbol que te regala esa sombra maravillosa después de una caminata bajo el sol.
le sonreís al sol que te calienta cuando empieza a refrescar.
le sonreís a la luna, sin estar enamorado.
le sonreís a las estrellas porque sabés que algo tienen para contarte.
Yo,
le sonrío a mis hijas porque son el milagro en la piel.
le sonrío a mi madre porque soy su milagro.
le sonrío a mis amigos porque son los caramelos diarios que necesita mi alma.
Y cuando advierto que le sonreí a tantas cosas durante el mismo día, sólo me queda una palabra por pronunciar...
Gracias. Gracias por la magia, y porque solo ella puede hacer posible este universo perfecto en el que vivimos. Solo hay que saber enfocar.