“En el declinar del año, el Sol, al entrar en la constelación de Libra
da comienzo al equinoccio del otoño e inicia su "caída" hacia
el reino de las sombras, para pasar después por Escorpio y Sagitario,
los tres signos zodiacales que toman parte en el ritual a través del cual
decrece la luz solar. Cada uno de ellos dará un golpe contra la refulgente
estrella del día que la privará de luz y poder hasta que se
consuma completamente su caída en el solsticio del invierno, y con su
entrada en Capricornio el ciclo termine cuando el astro descienda bajo
de la línea ecuatorial hacia las sombras de enero en donde yacerá
hasta su resurrección primaveral. Es el ciclo necesario para todo
renacimiento. Todo este periplo nos hace comprender que todo en la
Naturaleza ocupa un lugar necesario y que no hay actividad sin
descanso; nos hace recordar que todo pasa y que como el día y la
noche, son parte de la dualidad de la naturaleza misma de las cosas.
En diversas culturas todo este proceso se interpretaba como la lucha
entre la luz y las tinieblas y la muerte de la primera a manos de
oscuridad, para luego volver a renacer victoriosa.
Es el ciclo del eterno retorno en el que el otoño, en sentido figurado,
representa la vejez y la antesala de la muerte. El otoño es pues el
crepúsculo en el que el año se acerca a su término. (*)
De la red