"Cuando
entré a la tienda, mi amigo Don Manolo no mostraba su acostumbrada jovialidad.
Aquel hombre parecía no estar de humor para conversar. Me aventuré a
preguntarle el porqué de su malestar. Me dijo que una clienta se había ido sin
pagarle la cuenta, que era una señora muy simpática que tenía seis hijos y
estaba esperando otro más, y que siempre le decía: 'le pagaré en cuanto mi
esposo recupere su trabajo'. Él ingenuamente le creyó, permitió que la cuenta
creciera pensando que se la pagaría, que estaba haciendo una buena obra... 'y
vea usted. Se aprovecho de mí, y ahora me tocará pagar esa cuenta, pero ya
aprendí, no volveré a confiar en nadie. ¡Nunca más!'. Le dije que lo lamentaba
mucho, y salí del establecimiento sin tener palabras para consolarlo.
Al día siguiente, el tendero estaba peor, echaba chispas. Lo que antes era una
bonita familia ahora era una partida de ladrones, que se escaparon sin pagarle.
Él repetía todo esto, mientras pegaba un gran aviso que decía: ¡No se fía a
nadie!
Deseosa de ayudarle, llegó a mi mente una frase que mi abuela solía decir:
'Cuando veas que alguien quiere quitarte algo, dáselo. Así, jamás podrá robarte
lo que desea y mucho menos tu paz'.
Y cuando terminó de colocar su gran aviso, le dije que tenía algo para él, que
podía hacerlo sentir mejor.
'No creo que sirva -me respondió- pero dígamelo de todos modos, ya nada puede
empeorar esta situación'.
'Manolo, regálele la cuenta a la señora que se fue, considérelo su regalo de
Navidad para sus niños, que en verdad lo necesitaban, y olvídese ya de ese
asunto'.
Pasaron los días y cada vez que lo veía, a manera de broma, le decía: 'Don
Manolo, ¿ya entregó su regalo?'. De un gruñido como respuesta, pasó a unas frases
que murmuraba y, días después, se limitaba a sonreír. Hasta que un día lo
encontré con una tremenda sonrisa, y un brillo especial en sus ojos.
'Lo hice. Le di el regalo de Navidad que usted me sugirió. Anoche me puse a
pensar y me dije, está bien mujer, donde quiera que estés, tus hijos tenían
hambre y te fuiste sin dar la cara, porque seguro no tenías con qué pagar, te
libero, no me debes nada, pues éste es mi regalo de Navidad, sigue tu vida en
paz para yo recobrar la mía. No me resulto fácil, tenía mucha rabia, pero en
verdad no había nada que perder, la cosa ya estaba hecha'.
'Así es -le dije. No se preocupe ya más, porque lo hizo de corazón'.
'Lo sé. Así fue, y le aseguro que me siento mucho mejor, después de todo, esos
niños tuvieron que comer todos estos meses'.
Pasó el tiempo y un día lo encontré muy agitado. 'Tengo que contarle algo
asombroso. Esta mañana llegó a mi negocio la mujer que me debía el dinero,
llevaba un bebé nuevo en un brazo y en el otro tenía un montón de billetes
arrugados'.
'Don Manolo, tengo su dinero, lo siento mucho, pero mi esposo me abandonó y
tuve que viajar a casa de mis padres, he ahorrado y sólo hasta hoy conseguí
completar su dinero'.
'No señora, no tiene de qué preocuparse, porque su cuenta ya fue pagada', le
dije.
'¿Pagada?, ¿Y quién la canceló?'.
'Yo, señora, fue mi regalo de Navidad para usted y su familia'.
La mujer lo miró, lo abrazó y comenzó a llorar.
'¿Y usted qué hizo, Manolo?'.
'La abracé también y sin comprenderlo me puse a llorar con ella'.
'¿Y le aceptó el dinero?'.
'Por supuesto que no, señora!'.
Esta historia me tocó el corazón, y por eso decidí compartirla. Me hizo pensar
en que necesitamos recuperar la confianza los unos en los otros. Para lograrlo
tenemos que adoptar algunos valores indispensables: la lealtad, el respeto y la
solidaridad de otras personas.
No podemos seguir esperando que los demás se comporten de una manera diferente,
mientras nosotros, cargados con una gran teoría sobre el buen comportamiento,
hagamos las mismas cosas que ellos.
El cambio social comienza en cada uno de nosotros cuando actuamos con
honestidad, responsabilidad, respeto y conciencia hacia nosotros mismos y los
demás en todo momento. Abandonemos la tendencia a la mediocridad, la
irresponsabilidad, la impuntualidad, la corrupción, el ventajismo, el
incumplimiento, la mentira, la justificación de nuestras faltas, la deslealtad,
la crítica y el juicio a la ligera, y entonces… podremos merecernos una mejor
condición de vida.
UN ABRAZOTE.....
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