Años antes de Cristo, un mercader griego
y rico quería dar un banquete con comidas
especiales.
Llamó a su esclavo y le ordenó que fuera
al mercado a comprar la mejor comida.
El esclavo volvió con un bello plato, cubierto
con un fino paño.
El mercader removió el paño y asustado dijo:
- ¿Lengua? ¿Es éste el plato más delicioso
que encontraste?
El esclavo, sin levantar la cabeza, respondió:
- La lengua es el plato más delicioso, si señor.
Es con la lengua que usted pide agua, dice
"mamá", hace amistades, conoce personas,
distribuye sus bienes, perdona.
Con la lengua, usted conquista, reúne a
las personas, se comunica, dice "Dios mío",
reza, canta, cuenta historias, guarda la
memoria del pasado, hace negocios, dice
"yo te amo".
El mercader, no muy convencido, quiso
testear la sabiduría de su esclavo y lo
envió nuevamente al mercado,
ordenándole que trajera el peor de los
alimentos.
Volvió el esclavo con un lindo plato,
cubierto por fino tejido que el mercader
retiró, ansioso,
para conocer el
Alimento más repugnante.
- ¡Lengua, otra vez! dijo el mercader,
espantado.
- Si, lengua, dijo el esclavo, ahora más altivo.
Es la lengua que condena, separa, provoca
intrigas y celos.
Es con ella que usted blasfema y manda
al infierno.
La lengua expulsa, aísla, engaña al hermano,
responde a la madre, ofende al padre...
La lengua declara guerra. Es con
ella que usted pronuncia la sentencia de
muerte.
No hay nada peor que la lengua y no
hay nada mejor que la lengua. Depende
del uso que Ud. haga de ella.
Y sin esperar respuesta, el siervo hizo
una reverencia y se retiró.
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