Se cuenta que en Inglaterra había una pareja que
gustaba de visitar tiendas
¿Me permite ver esa taza? preguntó la señora, ¡nunca he
visto nada tan fino!
En las manos de la señora, la taza comenzó a contar
su historia:
-- Usted debe saber
que yo no siempre he sido la taza que usted está sosteniendo.
Hace mucho tiempo era solo un poco de barro.
Pero un artesano me tomó entre sus manos y me fue dando forma.
Llegó el momento en que me desesperé y le grité:
¡Por favor, ya déjeme en paz!
Después me puso en un horno.
¡Nunca había sentido tanto calor!
Toqué a la puerta del horno y a través de la ventanilla pude leer sus labios que
me decían:
Aguanta un
poco más, todavía no es tiempo.
Cuando al fin abrió la
puerta, mi artesano me puso en un estante.
Pero, apenas me había
refrescado, me comenzó a raspar, a lijar.
No se cómo no acabó
conmigo.
Me daba vueltas, me
miraba de arriba a abajo.
Por último me aplicó
meticulosamente varias pinturas.
Sentía que me
ahogaba.
Por favor déjame en
paz, le gritaba a mi artesano;
pero él solo me decía:
aguanta un poco más,
todavía no es tiempo.
Al fin, cuando pensé
que había terminado aquello, me metió en otro horno,
mucho más caliente que
el primero.
Ahora si pensé que
terminaba con mi vida.
Le rogué y le imploré a mi
artesano que me respetara, que me sacara, que si se había vuelto loco.
Grité, lloré; pero mi
artesano sólo me decía:
Aguanta un poco más,
todavía no es tiempo.
Me pregunté entonces
si había esperanza.
Si lograría sobrevivir
a aquellos tratos y abandonos.
Pero por alguna razón
aguanté todo aquello.
Fue entonces que se
abrió la puerta y mi artesano me tomó cariñosamente
y me llevó a un lugar
muy diferente.
Era precioso.
Allí todas las tazas
eran maravillosas, verdaderas obras de arte,
resplandecían como
solo ocurre en los sueños.
No pasó mucho tiempo
cuando descubrí que estaba en una fina tienda y ante mi había un espejo.
Una de esas maravillas
era yo.
¡No podía creerlo!
¡Esa no podía ser yo!
Mi artesano entonces
me dijo:
-- Yo sé que sufriste
al ser moldeada por mis manos, mira tu hermosa figura.
Sé que pasaste
terribles calores, pero ahora observa tu sólida consistencia, sé que sufriste
con las raspadas y pulidas, pero mira ahora la finura de tu presencia.
Y la pintura te
provocaba nauseas, pero contempla ahora tu hermosura.
Y, ¿si te hubiera dejado como estabas?
¡Ahora eres una obra
terminada!
¡Lo que imaginé cuando
te comencé a formar!
Tú eres una tacita en las manos del mejor alfarero:
Dios.
Confíate en sus amorosas manos aunque muchas veces no
comprendas por qué permite tu
sufrimiento.
Para que en los
momentos difíciles comprendas que hay un propósito,que saldrás brillante
y renovado de todas
las pruebas...
Un fuertisimo
abrazo!...
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