Teoría de Hamer
Fuertes traumas emocionales inesperados vividos en la soledad, son un potente detonante de cáncer. Esto es algo que
los Oncólogos ignoran, quizás porque los problemas psíquicos y emocionales y las posibles consecuencias
psicosomáticas de los mismos escapan a sus delimitados conocimientos. Hay una somatización de todo problema
psíquico y emocional en el plano físico, pero centrar el tratamiento terapéutico solo en el ámbito físico es un error. El
cáncer provoca cambios no solo a nivel microscópico, sino energético. Los cambios en el ADN celular puede
provocarlos tanto una radiación como un campo electromagnético, un producto químico, una enfermedad crónica, un virus
o un parásito. La alteración genética producida en el ADN celular es consecuencia de una decodificación errónea de la
información recibida, una desarmonización integral, desequilibrio energético producido en un momento determinado o
disfunciones emocionales de forma lenta en el tiempo o casi fulminante.
Está científicamente bien probado la conexión entre el sistema nervioso y el inmune, miles de conexiones existen entre
mente, emociones y cuerpo. La psiconeuroinmunología nos dice que los neurotransmisores mas activos tanto en el
cerebro como en el sistema inmune se concentran en las regiones nerviosas encargadas del control de las emociones.
Así, las emociones tienen un efecto muy poderoso sobre el sistema autónomo, encargado entre otras cosas de regular la
cantidad de insulina liberada en sangre y la presión arterial. Las células nerviosas liberan neurotransmisores que regulan
la actividad del sistema inmune y viceversa. Si se extirpan las terminaciones nerviosas de los ganglios linfáticos y del
bazo (ahí se elaboran y almacenan células inmunes) bajan las defensas. Por lo que si faltan las terminaciones
nerviosas, el sistema inmune no es capaz de responder adecuadamente. El sistema nervioso es esencial para que el
sistema inmune funcione bien.
Las emociones negativas, shocks traumáticos, ansiedad crónica, angustia, miedo irracional, irritabilidad constante, ira,
odio, rencor, pesimismo, melancolía exagerada, desconfianza extrema y depresión, son sumamente dañinas para la
salud. Tales actitudes pueden llevar a sufrir cualquier enfermedad incluso cáncer, si se mantienen en el tiempo o son
muy intensas o inesperadas, especialmente si se viven en soledad por no tener la oportunidad de compartirlas y esa
energía negativa se acumula y bloquea mecanismos naturales causando un desequilibrio energético importante, desde
asma, cefaleas, úlceras, artritis, cardiopatías y cáncer.
El estrés compromete la función inmune hasta el extremo de acelerar los procesos de metástasis. El estrés sostenido,
afecta al cerebro, en especial al hipocampo, lo que puede llevar a la pérdida de memoria. Así pues hay suficiente
evidencia de que el estrés crónico y las emociones negativas afectan directamente al sistema nervioso y al sistema
inmune. A pesar de esto, la mayoría de los oncólogos no aceptan la relevancia de las emociones en la somatización de las
enfermedades.
Hamer postula que: el cáncer es un proceso biológico natural que el cuerpo pone en marcha cuando alguien sufre un
shock traumático inesperado y que mientras dura el conflicto, el cáncer se extiende. Sin embargo, si el conflicto se
resuelve, el cáncer se detiene y el propio organismo lo hace desaparecer. Por lo que es mejor actuar sobre el problema
psícoemocional y una vez resuelto a ese nivel el conflicto, que actué la naturaleza sin interferencia alguna de venenos,
quimioterapia o radiaciones. Eso solo agrava el problema e impide la recuperación. Es mas, según Hamer la mayor parte
de las muertes en casos de cáncer no se deben a éste sino a los tratamientos oncológicos.
Todo cáncer se inicia por un choque brutal, un conflicto agudo y dramático que la persona vive en el aislamiento y no
puede digerir. El conflicto se plasma en el cerebro y puede detectarse mediante una TAC (foco de Hamer), ya que
provoca una ruptura del campo electrofisiológico o electromagnético, alterando el órgano que esa parte cerebral controla.
Después puede aparecer un edema en esa misma zona que significa que el problema está en vías de resolución y el
órgano afectado en regeneración. El hecho de que el conflicto se manifieste como cáncer u otra enfermedad depende del
grado del mismo y su intensidad.
La forma en que el paciente experimenta este choque determina, el llamado Foco de Hamer (la zona específica del
cerebro que sufre una ruptura de campo). Este foco empieza a dar directrices anárquicas a las células del órgano
dependiente de la zona cerebral donde se instale dicho foco. Es decir, dependiendo del estado psíquico del paciente, el
cáncer (o cualquier otra enfermedad) aparecerá en uno u otro órgano.
Existe una correlación exacta entre la evolución del conflicto psíquico y la del cáncer, en su doble nivel cerebral y
orgánico. Así pues, si el conflicto se complica con nuevos conflictos secundarios (por ejemplo, la angustia de saber que
se padece cáncer), un nuevo Foco de Hamer puede aparecer en el cerebro, y así aparecer un nuevo tumor, o
metástasis. Una vez que desaparece el conflicto psíquico, la zona cerebral afectada deja de dar órdenes anárquicas y
reanuda su trabajo normal. El cáncer se detiene. La zona tumoral tarda a partir de entonces, un tiempo en recuperarse.
El cerebro ordena la regeneración del órgano enfermo y el tumor se repara, sea a través de una contracción cicatricial, por
reconstrucción o por expulsión. La teoría de Hamer alcanzó una difusión extraordinaria a nivel internacional. Pero en lugar de
profundizar e investigar más acerca de estos descubrimientos, la comunidad científica optó por relegarlo todo al olvido
(por los fuertes intereses económicos).
GRACIAS MARTìN...