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El Evangelio de Hoy MARTES 29 DE MARZO DE 2011.
Martes de la Tercera semana de Cuaresma.
¡Bienvenidos Hermanos y hermanas en Cristo Jesús!
Nos hemos reunido para leer la Palabra y alimentarnos de Cristo
que fortalece nuestra vida y nos compromete a vivir
y a llevar una vida Espiritual llena de amor y paz.
Con alegría leamos la palabra.
Con alegría leamos la palabra.
“Habla, Señor, que tu siervo escucha”.
“Señor, creo que en las Sagradas Escrituras que voy a leer
se contiene Tu Santa Palabra.Haz que la escuche con todo respeto y amor.
Ilumina mi mente para que por medio de ella yo conozca
Tu Santa voluntad, y mueve mi corazón para que yo cumpla con fidelidad
lo que Tú quieres de mí.Espíritu Santo, ilumina con Tu luz mi cabeza
y enciende mi corazón para que la palabra de Dios
pueda entrar y quedarse siempre en mí, para conocer por medio
de Tu Palabra, tu Divina Voluntad,lo que puedo y debo hacer,
lo que debo y puedo modificar,y que no depende de mi cambiar.
Como debo conducirme en los acontecimientos de la vida.
Señor, aquí tienes mi corazón abierto,
dispuesto a escuchar Tu Palabra con corazón sencillo
y con la voluntad decidida para obedecerle.
En Ti esta la luz y la salvación.
Amen y Amen
PRIMERA LECTURA.
Daniel 3,25.34-43
En aquellos días, Azarías se detuvo a orar y, abriendo los labios en medio del fuego, dijo: "Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia. Por Abrahán, tu amigo; por Isaac, tu siervo; por Israel, tu consagrado; a quienes prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas. Pero ahora, Señor, somos el más pequeño de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados. En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia. Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde, como un holocausto de carneros y toros o una multitud de corderos cebados. Que éste sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados. Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos y buscamos tu rostro, no nos defraudes, Señor. Trátanos según tu piedad, según tu gran misericordia. Líbranos con tu poder maravilloso y da gloria a tu nombre, Señor." Palabra de Dios.
Meditación
<Acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde>
Hoy hemos hecho nuestra esa hermosa oración penitencial que el libro de Daniel pone en labios de Azarías, uno de los tres jóvenes condenados en Babilonia al horno de fuego por no querer adorar a los ídolos falsos y ser fieles a su fe. Es parecida a otras que ya hemos leído, como la de Daniel y la de Ester. Azarías (¡qué bueno que la Biblia ponga una oración así en boca de un joven que se sabe mantener creyente en medio de un mundo ateo!) reconoce el pecado del pueblo: «estamos humillados a causa de nuestros pecados»; expresa ante Dios el arrepentimiento: «acepta nuestro corazón arrepentido como un holocausto de carneros y toros»; y el propósito de cambio: «ahora te seguimos de todo corazón, buscamos tu rostro». Sobre todo expresa su confianza en la bondad de Dios: «no nos desampares, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia... trátanos según tu clemencia y tu abundante misericordia». Para ello no duda en buscar la intercesión (la «recomendación») de unas personas que si habían gozado de la amistad de Dios: los patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob (Israel). Una vez más el evangelio da un paso adelante: si la primera lectura nos invitaba a pedir perdón a Dios, ahora Jesús nos presenta otra consigna, que sepamos perdonar nosotros a los demás.
En la Cuaresma nosotros podemos dirigirnos confiadamente a Dios, como los tres jóvenes en tiempos de crisis, reconociendo nuestro pecado personal y comunitario, y nuestro deseo de cambio en la vida. O sea, preparando nuestra confesión pascual. Así se juntan en este tiempo dos realidades importantes: nuestra pobreza y la generosidad de Dios, nuestro pecado y su amor perdonador. Tenemos más motivos que los creyentes del AT para sentir confianza en el amor de Dios, que a nosotros se nos ha manifestado plenamente en su Hijo Jesús. En el camino de la Pascua, nos hace bien reconocernos pecadores y pronunciar ante Dios la palabra «perdón».
Salmo responsorial: 24
Señor, recuerda tu misericordia.
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor. El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes.
El Evangelio de hoy
Mateo 18,21-35
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: "Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?" Jesús le contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano."
Reflexión
<Si cada cual no perdona de corazón a su hermano, tampoco el Padre os perdonará>
Un rey que quiso ajustar cuentas con sus criados. En oriente el poder del rey tenía un origen mítico. La función real era considerada divina y los reyes exigían tratamiento divino. Para los egipcios, el Dios Horus se encarnaba en los faraones. Para los babilonios, el dios Marduk era el creador del universo, y por eso el rey de Babilonia creía que era el dueño de toda la tierra. A los súbditos sólo se les confiaba la tierra y tenían que dar cuenta de ellas al rey.
Por una parte, hay un siervo «inicuo», que pide a su señor tiempo para saldar su deuda y no sólo obtiene un aplazamiento, sino la condonación total (cien mil talentos es una suma que nunca hubiera podido reembolsar); por otra, este mismo siervo, agraciado, en vez de derramar sobre los otros la misericordia que han usado con él, se muestra duro e inflexible hasta el punto de no perdonar una pequeña deuda a un consiervo suyo que le debe una cifra irrisoria. El mismo se condena. En efecto, tal como nos recuerda la oración que nos enseñó Jesús, para obtener el perdón del Padre también nosotros debemos perdonar a los hermanos. La naturaleza herida por el pecado sería incapaz de esto; por eso Jesús, el perdón del Padre, ha venido a clavar en la cruz el documento de nuestra deuda y a derramar en nuestros corazones su Espíritu de amor.
Sobre los límites del perdón, Jesús quiere decir “siempre”. Argumenta su respuesta con algo tan difícil de perdonar como son las deudas, y confronta la capacidad de perdón necesaria para ajustarse al querer de Dios, que pasa por la reconciliación permanente entre hermanos. El perdón infinito está en el corazón de la predicación de Jesús, sin que implique aceptar la injusticia, la iniquidad o la impunidad. La parábola es un llamado de atención para no romper la lógica del amor y del perdón, darle continuidad perdonando a nuestros deudores. Nuestro mundo tiende más a cobrar, a expropiar y a castigar que a perdonar. No sólo en el plano económico, donde los pueblos pobres están sometidos por el endeudamiento a los más poderosos; la humanidad toda atraviesa una crisis en el valor de la vida. Todos los días nuevos conflictos desencadenan guerras, odios y venganzas. Ello nos exige dar testimonios de reconciliación, de verdad y reparación de tanto daño como nos hemos causado entre hermanos.
«Si un miembro sufre, todos los miembros sufren juntos» (1Co 12,26). La misericordia es signo de la pertenencia al cuerpo místico de Cristo, que nos asegura la salvación y el perdón de los pecados.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.Como María, todo por Jesús y para Jesús.
OH mi amado Jesús, Hijo de Dios, llegamos hasta a ti, trabaja nuestra intimidad, y ayúdanos a descubrir nuestro propio pecado y debilidad,
para aprender a ser compasivos y comprensivos con los errores y límites de nuestros hermanos.Danos un espíritu disponible y ágil,a la hora de perdonar y olvidar las ofensas que nos hacen,danos generosidad y nobleza de ánimo cada vez que un hermano se acerque a pedirnos perdón, háblanos al corazón de un modo persuasivo y ayúdanos a optar radicalmente y permanentemente por la opción del perdón y la reconciliación. Maestro Divino, capacítanos para ofrecer a cada hermano
el don del perdón, con la misma dulzura y cariño
con que Tú nos lo ofreces cada instante.
“Señor Jesucristo, te necesito. Te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Gracias por perdonar mis pecados. Toma el control del trono de mi vida. Hazme la clase de persona que quieres que sea.” Padre lleno de amor, tú que te complaces en la misericordia y no te dejas ganar en generosidad y compasión, perdona siempre nuestras faltas y todo aquello con lo que herimos a tus hijos alejándonos así de tu casa y de tu mesa, así, con la luz de tu Espíritu Santo reconoceremos que tu amor es más grande que nuestras faltas y volveremos a ti con un corazón contrito y humillado. Gloria y alabanza a ti, Señor. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.Amen
* Te agradecería compartieras con tus amigos esta reflexión. Con el mayor de mis respetos. Saludos y Dios los Bendiga. *
GRACIAS POR TU AMISTAD
FELIZ DIA.
Hermes Sarmiento G
De Colombia
Si deseas escribirme, hazlo a este correo.
Así, responderé oportunamente.
Gracias
Hermes281955@hotmail.com
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De: Graci |
Enviado: 31/03/2011 06:00 |
¡¡¡Muchas gracias, amigo, por este Evangelio!!!
La Palabra de Nuestro señor es Sagrada y no lleva por caminos
sin equivocarnos y que nos harán muy felices.
¡¡¡Felicitaciones por tu mensajes, querido Hermes!!!
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