UN
HERMOSO SUEÑO
Una noche, como
cualquier otra, soñé que estaba en un desierto solitario y oscuro. Al ver
que me encontraba completamente solo me di cuenta que había una pequeña luz en
el horizonte, en ese momento decidí caminar hacia ella para ver qué hallaba.
Empecé a caminar y
cada vez que recorría una cantidad de metros me encontraba siempre con pequeños
y grandes obstáculos que, al lograr sobrepasarlos, permitían que mi cuerpo y mi
alma se desgastaran poco a poco.
Luego de mucho
caminar, me sentí completamente vencido al no tener fuerzas para poder cumplir
mi meta, llegar a esa hermosa luz. Muy cansado, me recosté en el frío
suelo y por mi mente empezaron a desfilar recuerdos de mi vida, imágenes de
personas muy queridas y especiales para mí que siempre me aconsejaron no
rendirme por muy difícil que fueran los obstáculos.
Esos bellos recuerdos
de mi vida hicieron que me levantara con mucho más ánimo que antes, con la
fuerza necesaria para seguir emprendiendo mi camino y cumplir con mi anhelado
objetivo, alcanzar esa grandiosa luz.
Seguí caminando, cada
vez más y más me acercaba, en pocos instantes ya podía observar mucho más cerca
ese bello resplandor por el cual había iniciado un largo y difícil camino.
Di mis últimos pasos y
pude ver que aquella luz era emitida por un hombre, me asusté mucho, pero al
mismo tiempo sentí una tranquilidad inmensa, una paz que hacía mucho tiempo no
percibía. Me acerqué hacia aquel hombre, mi corazón latía rápidamente, en
ese mismo instante Él me extendió su mano y dijo con una voz suave:
-Yo soy tu amigo,
confía en mí.
En ese mismo momento
comprendí que ese hombre era Jesús, mi salvador y con mis últimas fuerzas me
abalancé sobre Él y lo abracé al mismo tiempo que un sentimiento de alegría y
descanso se apoderaba de mí y empecé a llorar por varios minutos.
Me desperté con los
ojos llorosos y entendí muy bien el mensaje que nuestro Señor Jesucristo me
transmitía a través de mi sueño. Él siempre nos dará ánimo para seguir
adelante y nos levantará con mucha más fortaleza para no dejarnos vencer.
Él nos acompañará en
todo momento como se lo prometió a sus apóstoles: "Por mi parte, yo
estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo".
Con una caricia para tu alma
Graciela
FELIZ DOMINGO
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