Refugio
Entonces, ciega y sorda, me abrazo a la poesía.
La aprieto contra el pecho, la muerdo, la trituro, me prendo a sus dos manos, hundo en ella mi grito, me aniño en su regazo, sollozo en sus rodillas, y encuentro que me acoge piadosa a su ternura, se adhiere a mi tristeza, me entrega gota a gota, su sangre, me amamanta, me acuna, me adormece, y en sueños, poesía madre, le elevo mi plegaria.
«Sé lecho a mi cansancio, sé sombra en este páramo amargo en que transito volcando ya mis pasos.
Sé el camino que busco, transvásame tu esencia, conviérteme a tu imagen, haz de mí, la elevada poesía de poesía».
Y caigo ya sin fuerzas de nuevo entre los hombres que aplastan mis cenizas, en tanto me perdonan la culpa de ser mártir.
Swann
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