“Anoche, al quedarme sólo volé hasta tu espacio, te traje conmigo y te metí en mi lecho. Te hice mía; despacio; suave y lentamente. En silencio y delicadamente desnudé tu cuerpo y aspiré tu aroma; ese aroma de mujer que me fascina y excita mis sentidos; tiernamente acaricie tu cuerpo con mi propia piel y diciéndote al oído lo mucho que te deseaba, inicié mi cabalgata por tu cuerpo tembloroso convirtiéndome en el más feliz de los jinetes; sentí por un instante que mi corazón salía del pecho y explotaba por el aire;
la sangre se agolpaba en mi cerebro, sin poder más que sentirte, fuimos uno sólo; el complemento del amor ardiente, ese que rebosa de pasión, de deseo y de lujuria. Sin dejar de recorrer tu piel de seda con mi sedienta boca, rosaba tus ojos, tu cara y tus labios; esos labios tuyos tan sensuales que incitan al pecado. Mis trémulos labios se deslizaban sutilmente por tu cuello buscando el momento oportuno para llegar al lugar que me fascina y me enloquece; tus senos, de piel suave y provocadora, con la punta del volcán erguida y a punto de explotar, llamando a gritos a mi boca…
Allí quedé por largo tiempo acariciándolos con mis labios y mis manos, para seguir luego mi camino hasta tu vientre; suave; delicado y femenino; pronosticador de vida y de promesas de pasión.
Prologando mis caricias recorrí febrilmente tu excitada piel con mis dedos y me quedé en tu sexo para beber de allí una y otra vez tus ansias; esas ansias locas de que te hiciera mía. Fueron instantes de locura total, de gemidos excitantes y respiraciones ahogadas; sentía mis entrañas ardientes y a punto de estallar y las descargas eléctricas que llegaron a mi sexo me enloquecían haciéndome gritar tu nombre; lo repetía una y otra vez, mientras te hacia mía una y otra vez, sintiendo como mi esencia penetraba tus entrañas y tú estrechabas deliciosamente el canal por donde entré a tu cuerpo; en ese instante desee morir allí sobre tu cuerpo.
Tus manos acariciaban suave y lentamente mi espalda y mis caderas, trayendo a mí nuevamente esas deliciosas y enloquecedoras descargas de deseo y en otro instante de locura inmensa, te convertí en mi jinete preferido volviéndome para ti un manso corcel que caminó por donde tú quisiste. Te vi de frente; eras el jinete más divino que mis ojos hayan visto; pude ver tus ojos llenos de deseo; los abrías y cerrabas dejando escapar luces de pasión que eran sólo para mí; y tu pelo; aaaaah... tu pelo al viento que rosaba mi cara que delirio,
Pude nuevamente acariciar tus senos; tocarlos, estrujarlos con locura; besarlos y meter mi cara en ellos .Que espectáculo más hermoso eras. Cabalgando sobre mí, tan femenina, tan mujer. Enloqueciéndome con tus movimientos rítmicos y sensuales cada vez que escuchabas la erótica danza de amor que salía de mis labios para ti… Más tarde me quedé dormido dulcemente abrazado a tu cuerpo sudoroso; nuestros cuerpos aún temblaban de deseo; pero el cansancio le ganó la batalla al deseo y la lujuria y me quede dormido. Que despertar más delicioso tuve; sentí tus manos acariciando mi cuerpo desfallecido por el amor gastado y tus labios en los míos tratando con tu lengua de hacer una danza dentro de mi boca, para luego salir de allí muy lentamente bajando por mi pecho y luego por mi vientre para quedarte allí en mi sexo y enloquecerme de placer y de deseo;
otra vez se irguió para ti y nuevamente te regalé mi sabia; esa sabía que brota de mi cuerpo cada vez que pienso en ti y que es sólo para ti; porque sólo tú ¿sabes? excitarme de esa forma; sólo tú ¿sabes? cómo hacer que mis sentidos despierten al deseo cada vez que tú lo quieres. Sólo tú y tus palabras hacen volar mi imaginación haciendo que teja historias de deseo y de lujuria con sólo pensar en la desnudez de tu cuerpo dentro de mis brazos.
Sólo cierro mis ojos y al pensar en ti ya siento tus susurros en mi oído y ese cosquilleo comienza a despertar mi piel al deseo de tenerte, aunque no estés cerca. Sé que es una locura todo esto que yo pienso Pero es lo que siento y pienso al traerte a mi recuerdo, soñando cada noche que eres mía; viéndote llegar a mí con frenesí desesperado y loco; jadeante de ansiedad y de deseo por tenerme.
No deseo imaginar el día que no te sienta aquí a mi lado; el día que no pueda tomarte y apretarte entre mis brazos, el día en que no pueda desahogar en ti mis emociones y hacerme tuyo por lo menos en mi pensamiento; el día que mi cuerpo no sienta tu presencia y mi piel no roce con la tuya; enloquecería de ansiedad y mi corazón se marchitaría en soledad.
Por eso, hoy quiero locamente disfrutar de mi deseo; dejarme llevar por la imaginación; por la lujuria; por el ardor de mis sentidos, para que como ahora que no estás aquí a mi lado y que no puedo acariciarte y que muero lentamente por desear hacerlo y que estoy seguro que también mueres como yo por mis caricias en tu piel, no deberá importarnos ; yo lo haré por ti y tu lo harás por mí; recorrerás tu cuerpo con tus manos y pensarás y desearás que sean las mías, como yo deseo y pienso que son las tuyas ahora que me encuentro a solas;
por eso, cierro fuertemente mis ojos; te veo y te siento junto a mí y yo dentro de ti; con mi sexo disfrutando y explorando tu interior misterioso, deseable, húmedo y ardiente; haciendo temblar tu piel con un deseo irrefrenable… Es tanta mi imaginación que me humedezco de ti; de tu sudor; de tu esencia; siento tu olor de mujer y la humedad de tu piel sobre la mía.
Escucho tus gemidos; tu respiración entrecortada y jadeante; el palpitar acelerado de tu corazón y el balbucear ininteligible de tus labios repitiendo una y otra vez cuanto me deseas; que no quieres quedarte sola pues tu piel se extinguiría sin las caricias de mis manos. Quiero seguir soñando cada noche, día tras día; tener estos sueños que aunque despierto ya me vuelven loco y si duermo, despierto a cada instante con el ferviente deseo de tenerte aquí a mi lado, de tocar tu piel y de aspirar tu aroma, de meterme entre tus brazos y volverme frágil como un niño, deseando sentir tus labios recorriendo mi piel; metiéndose en cada uno de mis poros succionando la humedad de mis entrañas, que brota de mí solamente con sentirte cerca.
Porque estar en tu cuerpo es perder la mente y el aliento, es cerrar mis ojos y volar al infinito donde no existen superficies que sostengan nuestros cuerpos. Es volar sin alas y flotar sin vida, sintiendo nuestra sangre en un sólo torrente corriendo por las venas como caudal loco que no tiene dique; como caballo desbocado al viento buscando con su olfato su anhelada hembra.
Estos sueños no son de hoy; son de siempre y serán por toda la vida; mientras mi piel y mis instintos se exciten con sólo tu presencia; con sólo pensar e imaginarme que voy a tenerte entre mis brazos; con sólo cerrar mis ojos y recordar el aroma del perfume que tú emanas. Me siento febril como animal salvaje que busca su pareja recorriendo con desesperación la espesura de la selva, cayendo y levantándome con mi piel herida; sangrando sin sentir dolor alguno, pues mi instinto animal me dice que andas cerca y no me importa el sufrimiento pues mi dicha llegará cuando te encuentre.
Sé que al encontrarnos pasará el dolor; calmaremos nuestras ansias lamiendo esas heridas que prodigiosamente sanarán por el milagro de este amor desesperado que tenemos para darnos; ese amor que será entregado con furia, con dolor y con deseo. Deseo y pasión que más tarde convertiremos en ternura inmensa, pues el dolor se volverá alegría y nuestra soledad quedará acompañada. La desesperación se irá calmando lentamente; poco a poco, hasta quedar sin aliento, extenuados. Soñando con un mañana juntos para amarnos y jamás volvernos a dejar”.
A/D
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