Mas yo que al turbio elemento Tendí ya mis alas bellas No vivo sino oigo en ellas Crujir el vigoroso viento. La tierra y su orgullo vano Me causan mortal hastío; Pero el mar... ¡Oh! ¡El mar es mío! Mi patria es el océano.
Henchida la blanca lona Rompiendo montes de espuma, Vuela entre compacta bruma El bergantín "Sin rival". Nave no hay que la aventaje Ni en su casco ni en su guinda, ni ha cruzado otra más linda Por la zona tropical. De esbelta y aguda proa, Mástiles limpios y erguidos, Costados siempre bruñidos, Donde reverbera el sol. No hay bajel que en su camino Le iguale o rinda altanero, Que es el buque más velero Que nació en puerto español. Si el viento silba iracundo Graciosamente se inclina, Pero avanza de bolina Cual ningún otro bajel. Nunca el turbión, de sus gavias Rindió el mastelero erguido, Ni puerto estrecho o torcido Dejó de tomar por él. En vano enemigo el viento Contrariamente le azota, y en vano el mar alborota Sus montañas de cristal; Que en apuntando sus vergas Pese al soberbio elemento, Sale siempre a barlovento El bergantín "Sin rival".
Tus límites inmensos que abarca la tormenta no puedes traspasarlos en tu soberbio ardor; y el soplo que tus senos convulsos alimenta. se extingue al raudo soplo que emana del Señor. Tú tienes tu lenguaje, tu música, tus ruidos, Que expresan misteriosos tu insólito anhelar; Si ruges, en los montes retumban tus bramidos, Si lloras, en las playas rubricas tu pesar. Yo entiendo tu lenguaje; yo al canto de tus olas Mis penas incesantes, oceano, arrullé, Y al ver como en la tarde tu espuma tornasolas El velo de una virgen sobre tu faz miré. Yo soy de tus susurros la triste melodía, La misteriosa endecha con fé a reproducir: De tu furor los ecos cuando en la noche umbría Desciende la centella tus senos a entreabrir.
Mecido en los espacios sin límites que encierra Tu vasta superficie desde mi infancia fuí, Trocando por tus ondas la afortunada tierra, Aurífero y ameno vergel donde nací. De mi almenada villa los toscos campanarios Lo ví del horizonte perderse en el dintel, Y en su llugar tendidos tus campos solitarios Sin límites inmensos, siguiendo mi bajel. (Ignacio Negrín)
|