
A mi padre
¡Cuántos años han pasado!
Se fue mi querido papá,
sin poder decirle nunca
cuánto le amaba en verdad.

Nunca olvidaré sus ojos
tan azules como el cielo;
su barba, su pelo blanco
y su caminar sereno.
Cómo le lloré aquel día,
cuando sola y derrotada,
encontré su cuerpo inerte
y su mirada extraviada.
Besé su mejilla fría,
le hablé muy suavemente
y aunque ya no respondía
lo abracé muy fuertemente.

Tan sólo dos horas antes
le oí tan lleno de vida,
sin pensar por un instante
que sería su despedida.
¡Ay, quién pudiera ser sabio!
¡Ay, quién su amor no callara!,
para no sellar los labios
y pronunciar la palabra.
Sé que tú ya no me escuchas,
pero hoy, por un si acaso,
a ti vencedor de luchas,
te diré lo que he callado.
¡Padre está frío el hogar,
tu ausencia me hace daño!
¡Padre; te amo intensamente;
en mí siempre vivirás!



|