En María adoramos a nuestra Madre que da su amor sin esperar nada a cambio, y en su caso, sabiendo que "una espada le habría de atravesar el alma". Y María le dio su amor a su hijo Jesús y nos lo da a toda la Humanidad. María es el cálido regazo en el que se protege el cristiano y los católicos la adoramos como adoramos a nuestra madre, porque Dios la llenó de Gracia al enviar al Espíritu Santo sobre ella y los apóstoles en Pentecostés. Los católicos veneramos a María porque es nuestra madre, la personificación del Amor y del sacrificio y porque nos gratifica y nos acerca al Señor contemplar a una persona nacida de hombre y mujer como ella ser elevada por la Gracia de Dios. Así, María es el reflejo, es la personificación de todas las virtudes que nos acercan a Dios porque María es el auténtico reflejo humano de la perfección de Dios.
Amén
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