El Evangelio de Hoy DOMINGO 15 DE ENERO DE 2012 .
Segundo Domingo del tiempo ordinario
¡Bienvenidos. Hermanos y hermanas en Cristo Jesús!
“El Señor este con Uds.”.Nos hemos reunido para leer la Palabra y alimentarnos de Cristo Resucitado que fortalece nuestra vida y nos compromete a vivir y a llevar una vida Espiritual llena de amor y paz.
Con alegría leamos la palabra.
Habla Señor, qué tu siervo escucha”.
Señor, creo en las Sagradas Escrituras que voy a leer,se que contiene Tu Santa Palabra.Haz que la escuche con todo respeto y amor.Ilumina mi mente para que por medio de ella yo conozca Tu Santa voluntad, y mueve mi corazón para que yo cumpla con fidelidad lo que Tú quieres de mí.Espíritu Santo, ilumina con Tu luz mi cabeza y enciende mi corazón para que la palabra de Dios pueda entrar y quedarse siempre en mí, para conocer por medio de Tu Palabra, Tu Divina voluntad, lo que puedo y debo lo, que debo y puedo modificar,y que no depende de mi cambiar, como debo conducirme en los acontecimientos de la vida.Señor, aquí tienes mi corazón abierto, dispuesto a Escuchar Tu Palabra con corazón sencillo y con la voluntad decidida para obedecerle...En TI esta la Luz y la salvación.Amen, y Amen
Primera Lectura
1 Samuel 3.3b-19
*Habla Señor, que tu siervo escucha*
La lámpara de Dios aún no se había apagado, y Samuel estaba acostado en el Templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: "Aquí estoy". Samuel fue corriendo adonde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Pero Elí le dijo: "Yo no te llamé; vuelve a acostarte". Y él se fue a acostar. El Señor llamó a Samuel una vez más. El se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Elí le respondió: "Yo no te llamé, hijo mío; vuelve a acostarte". Samuel aún no conocía al Señor, y la palabra del Señor todavía no le había sido revelada. El Señor llamó a Samuel por tercera vez. El se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Entonces Elí comprendió que era el Señor el que llamaba al joven, y dijo a Samuel: "Ve a acostarte, y si alguien te llama, tú dirás: Habla, Señor, porque tu servidor escucha". Y Samuel fue a acostarse en su sitio. Entonces vino el Señor, se detuvo, y llamó como las otras veces: "¡Samuel, Samuel!". El respondió: "Habla, porque tu servidor escucha". Samuel creció; el Señor estaba con él, y no dejó que cayera por tierra ninguna de sus palabras.
Meditación
La lectura litúrgica de hoy está entresacada de la historia de la juventud de Samuel (cap. 1-3): nacimiento, consagración en el Santuario de Silo bajo las órdenes de Elí... El momento más importante de esta primera etapa es el de la llamada divina para que Samuel sea su profeta juez y anuncia el castigo a la casa de Elí (3, 1-21). La lectura litúrgica es un mero fragmento.
Y la palabra vino. Samuel escucha al principio como unas voces que no sabe de dónde vienen; cree que le llama el sumo sacerdote. Samuel no reconoce la voz del Señor pues nunca le había hablado antes; Samuel no ha aprendido todavía a distinguir la voz de Dios de la voz de los sacerdotes. Por tres veces se repiten las voces misteriosas y el equívoco. Sólo a la cuarta vez comprende Samuel que es el Señor el que le llama y responde a su llamada según las indicaciones de Elí. Samuel dice: "Habla, Señor, que tu siervo escucha". Más exacto hubiera sido traducir "... que tu siervo está dispuesto a escuchar". Sin esa disponibilidad del hombre, Dios guarda silencio; pero Dios puede llamar al hombre a responsabilidad, puede despertarle con sus voces, y después dirigirle la palabra. Cuando Dios habla y el hombre escucha se renueva la historia de salvación. Samuel escuchaba a Dios y anunciaba al pueblo lo que escuchaba y no otra cosa. Por eso sus palabras se cumplían y Dios acreditaba a su profeta delante del pueblo. Samuel era "un hombre de Dios". Y Dios estaba con él; era el Dios de Samuel.
|
Salmo: 39
*Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.*
Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito; me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio. Entonces yo digo: "Aquí estoy como está escrito en mi libro- para hacer tu voluntad." Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios; Señor, tú lo sabes.
|
Segunda Lectura.
1Corintios 6, 13c-15a. 17-20
*Vuestros cuerpos son miembros de Cristo*
Hermanos: El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo. Dios con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!
Meditación
Los corresponsales de Pablo no llegaron a comprender seguramente bien uno de los adagios favoritos del apóstol: "Todo me está permitido" (v. 12; cf. 1Cor 10, 23; Rom. 6, 15). Algunos libertinos utilizan esta adagio para lanzarse a la fornicación bajo el pretexto de que no sería más que una simple necesidad del cuerpo, lo mismo que comer o beber (v. 13). Pablo aprovecha la ocasión para recordar los principios fundamentales de la ética cristiana del cuerpo.
El hombre es el templo del Espíritu Santo. No se trata de entender ese templo como si el Espíritu "morase" en el hombre de una forma absolutamente extrínseca tal como Dios moraba en el Templo de Jerusalén. En realidad, el Espíritu de Dios no puede morar en el hombre como en un lugar, sino que mora, por el contrario, respetando y animando las facultades mismas del hombre. En otros términos, si el cuerpo del cristiano está consagrado (v. 19), no lo es desde el exterior, por una especie de acción que le haría tabú a la manera de los muros de un templo, sino en virtud de su mismo libre albedrío con que el hombre colabora con el Espíritu. Por eso, no ha quedado abolida la preocupación que se tenía por estar "puros" para penetrar en el Templo de Jerusalén: el cristiano prosigue en busca de la pureza y continúa "temiendo" (en el sentido bíblico de la palabra) la presencia de Dios, pero al mismo tiempo sabe que esa presencia de Dios es un diapasón de sus propias facultades, de su propio hacer, animado por el Espíritu que procede de Dios. El judío entraba en el Templo como en otro mundo y se alineaba para penetrar en él; el cristiano sabe que, merced a su libertad y con la cooperación del Espíritu, edifica por sí mismo el templo, y que ya no hay alienación, sino promoción humana y revelación inesperada del más allá para el hombre.
La argumentación de San Pablo se apoya, por consiguiente, en dos convicciones: en primer lugar, la sexualidad no es una simple "necesidad" corporal; es la expresión de todo el ser en una relación de persona a persona; por consiguiente, no puede traducirse en un uso que no sea físico. En segundo lugar, todo nuestro ser está absorbido por el Señor, comprendida la sexualidad. En consecuencia, esta se convierte en relación de persona cristificada a persona cristificada, hasta el día en que, transparentes a nosotros mismos, lo seremos también para el Señor en su gloria.
|
Santo Evangelio Juan 1, 35-42 *Vieron dónde vivía y se quedaron con él*
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: "Éste es el Cordero de Dios." Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: "¿Qué buscáis?" Ellos le contestaron: "Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?" Él les dijo: "Venid y lo veréis." Entonces fueron, y vivieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: "Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)." Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro)." Palabra del Señor
Reflexión
Desde su bautismo, Jesús formó parte de los discípulos del Bautista; va "detrás" de Juan y bautiza él también. No hay duda de que Jesús adquirió rápidamente ascendiente sobre sus compañeros, de manera que el movimiento bautista habría tenido entonces dos cabezas. Juan, "el amigo del Esposo", reconoció al "Cordero de Dios" y anunció que su misión de precursor había terminado. Y, al igual que el anciano Simeón, se llenó de gozo. Los discípulos de Juan, que ahora se unen a Jesús, son todos galileos. Andrés, Simón y Felipe son de Betsaida: Natanael es escriba, medita debajo de la higuera, es decir, debajo del "árbol del conocimiento del bien y del mal", si damos crédito a la literatura rabínica (TOB). Discípulo de Juan y con compañeros galileos: los comienzos de Jesús son tremendamente humanos.
¡Dichoso el cristiano que no se cansa de mirar a Jesucristo! Quedará fascinado. Y, pase lo que pase, siempre volverá a su primer amor, pues la mirada de Cristo es la mirada infinitamente amorosa de Dios al hombre, a todo hombre. ¿Recordáis el último diálogo de Pedro con Jesús, después de aquella noche imposible en que el discípulo creyó que podría volver a sus redes? -"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" -"¡Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo!". Cuando se ha nacido de Dios, no se puede decir más que eso. El que ha nacido de Dios, ni siquiera puede ya pecar: ¡está embarcado en el amor! Vieron dónde vivía y se quedaron con él. La vocación de los primeros discípulos es la resultante del testimonio dado por Juan en un proceso que culmina en Caná: vieron su gloria y creyeron en él (Jn 2, 11). La expresión "he aquí el cordero de Dios" pertenece en su formulación al evangelista como fruto de sus largas meditaciones teológicas pospascuales, puesto que presupone la muerte y resurrección de Jesús. Quizás el bautista designó a Jesús como el servidor fiel, descrito como "cordero llevado al matadero", que sufre por los pecados de otros. Es opinión bien fundada.
Juan Bautista se nos muestra en este evangelio como un hombre generoso y no egoísta, habla de Jesús a sus discípulos y se los muestra, con esta acción los impulsa a seguirlo. Así como los discípulos de Juan siguieron a Jesús, nosotros también podemos seguirlo y convertirnos en sus discípulos. Pero no es suficiente con seguir a Cristo, es preciso convertirse de discípulo a apóstol para darlo a conocer y mostrársele a los demás, con nuestro testimonio de vida, con nuestras acciones, con nuestras palabras. No tengamos miedo, Jesús se deja apreciar por todo aquel que lo quiere seguir, por todo aquel que lo busca, vayamos a El con sencillez y El nos hará sentir su Espíritu, nos llenara de su gracia, y seguro que saldremos entusiasmados, como Andrés a invitar a otro para que le conozca.
Padre Santo, danos la Gracia de encontrar a Jesús en nuestras vidas, abrazarlo y no dejarlo jamás. Sin Él, nos hundiríamos, como Pedro en el lago. Solo siendo fieles lograremos alcanzar la meta que nos propone. Danos la luz, para ver claramente el Camino; el coraje para seguirlo y la Fe para abandonarnos confiadamente a Su Voluntad.
Señor, como los discípulos, deseo encontrarme contigo en este rato de meditación. Dame tu luz para tener un encuentro personal y experiencia de tu amor y así poder confesarte como mi Salvador y Redentor. Jesús, ¿qué es lo que estoy buscando? ¿En qué y por qué me afano? No permitas que me aleje .
del camino que me puede llevar a la santidad. Es urgente que tenga claro la importancia de la misión que me has encomendado. No puedo quedarme a «contemplar» ni a lamentar la situación de la sociedad, tengo que responder con amor a Tu amor. Señor Jesús, yo confieso que he pecado contra Ti, Por favor perdóname por haber andado en mi propio egoísmo y limpiadme. Yo te recibo como mi Señor y Salvador. Yo creo que Tú eres el Hijo de Dios, quién vino a la tierra, murió en la cruz, derramo su Sangre por mis pecados, y se levanto de los muertos. Dame tu fuerza, Señor. Ayúdame a vivir mi vida de forma que te agrade. Gracias por abrir el camino para yo poder orar a Dios el Padre, en tu nombre. Yo me regocijo en tu promesa, de que viviré contigo toda la eternidad en el cielo.Señor bendice nuestra casita y a todos sus integrantes de este bello grupo familiar y de amistad, que en sus corazones brille la paz, también en cada uno de sus familias, que todos gocen de buena salud, al igual que sus familiares. Que no exista los celos y la envidia, porque todo esta hecho con dedicación amor y trabajo. Te lo pedimos Padre Amado en el nombre de Tu Hijo Jesucristo. Alabado seas Señor, Bendito sea tu Santo Nombre Señor.Amén y Amen
GRACIAS SEÑOR POR ESCUCHARNOS
|