Perdió su aroma la rosa, perdió su brillo el lucero, seca se quedó la fuente y en silencio el cancionero. ¡Qué doliente y compungido quedó el madroño y el cedro, donde posabas tus alas y trinabas satisfecho! Ya la luna no te busca para acompañar tu empeño, de esconderte entre las ramas del sauce y del pino viejo. El sol no manda sus rayos para calentar tu cuerpo, ni te arrullan las palomas ni te cantan los vencejos. Ya no vienes a mis manos a buscar entre mis dedos, luciérnagas encendidas para guiarte en tu vuelo. Y al pie de la gran encina, ya te arropan los jilgueros, con una manta de estrellas entre lamentos de duelo.
R.Bersabé (Agosto 2007)
Poema 1º clasificado en el reto de los cuentos.net