son negros como la espesa noche.
Sus labios no son como fuego ardiente,
son suaves chispas y pétalos de rosas.
En su cuerpo no hay imponentes montañas,
es un río manso de suaves ondulaciones.
Su voz no es melodía, bandada de aves,
es música suave, a veces, silenciosa.
Su forma de ser, muy hermosa,
no es tempestad, ni es remanso.
Y aunque es tímida, me gusta,
porque es bella y la amo.
Su corazón, cofre lleno de tesoros,
esplendor, perfecta naturaleza;
lágrima de romántico que la anhela,
con toda, de su pecho su fuerza.
JAVIER R. CINACCHI