El Evangelio DE Hoy JUEVES 05 DE ABRIL DE 2012.
Jueves Santo en memoria de la Cena del Señor
¡Bienvenidos. Hermanos y hermanas en Cristo Jesús!
“El Señor este con Uds.”.Nos hemos reunido para leer la Palabra y alimentarnos de Cristo Resucitado que fortalece nuestra vida y nos compromete a vivir y a llevar una vida Espiritual llena de amor y paz.
Con alegría leamos la palabra.
Habla Señor, qué tu siervo escucha”.
Señor, creo en las Sagradas Escrituras que voy a leer,se que contiene Tu Santa Palabra.Haz que la escuche con todo respeto y amor.Ilumina mi mente para que por medio de ella yo conozca Tu Santa voluntad, y mueve mi corazón para que yo cumpla con fidelidad lo que Tú quieres de mí.Espíritu Santo, ilumina con Tu luz mi cabeza y enciende mi corazón para que la palabra de Dios pueda entrar y quedarse siempre en mí, para conocer por medio de Tu Palabra, Tu Divina voluntad, lo que puedo y debo lo, que debo y puedo modificar,y que no depende de mi cambiar, como debo conducirme en los acontecimientos de la vida.Señor, aquí tienes mi corazón abierto, dispuesto a Escuchar Tu Palabra con corazón sencillo y con la voluntad decidida para obedecerle...En TI esta la Luz y la salvación.Amen, y Amen
Primera Lectura.
Éxodo 12, 1-8. 11-14 *Prescripciones sobre la Cena Pascual.*
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: —«Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y la rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde la hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones.» Palabra de Dios.
Meditación
El presente texto tiene un carácter prescriptivo: el acontecimiento histórico de la última cena de los hebreos en Egipto, en espera del paso del Señor que libera de la esclavitud, aparece aquí en clave litúrgica para convertirse en “un rito perpetuo “. La memoria se hace memorial, y, en él, la eficacia salvífica de cuanto Yavé ha ejecutado de una vez por todas se actualiza para cada generación en y mediante la liturgia; de ahí la preocupación por dar normas concretas y detalladas para la celebración (vv. 3-8.1 1). El rito hebraico funde elementos originariamente distintos y los historifica. El sacrificio anual del cordero, con la aspersión de la sangre —la pascua (pesaj, fiesta primaveral de los pastores nómadas) —, se convierte para los israelitas en signo de la protección del Señor (vv. 7.12s). La ofrenda de las primicias —los ázimos (fiesta agrícola vinculada al ciclo de las estaciones) —, puesta en referencia con la liberación de Egipto, recuerda ahora, de generación en generación, la rápida huida de aquel país de esclavitud. En un momento preciso de la historia de un pueblo oprimido, Dios interviene con su poder: aquel momento no pertenece sólo a fluir de los tiempos, sino a la dimensión de Dios. Por eso es un “hoy” ofrecido siempre al que quiera entrar en aquella historia de salvación mediante la celebración del memorial.
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Salmo:115
*El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.* ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.
Segunda Lectura
1Co 11, 23-26.
*Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la Muerte del Señor.*
Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo; —“Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.” Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: —“Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.” Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva. Palabra de Dios
Meditación
En la última cena en esta tierra de destierro, Jesús sustituye el memorial de la liberación de la esclavitud de Egipto con su memorial. Cumplimiento de la Ley y los profetas, lleva a plenitud el antiguo rito con su sacrificio de amor. “Por nosotros” se dejó entregar a la muerte (en el v. 23, el término “entregar” hace alusión a todo el misterio pascual, no sólo a la entrega). “Nueva”: así es la alianza con Dios, sancionada con la sangre del verdadero Cordero, que con su inmolación nos libera de la esclavitud del mal y, consumada en la comunión del Pan de la ofrenda que, roto en la muerte, nos da la vida. También debería ser nueva la conducta del cristiano: cada vez que come de este pan y bebe de este cáliz, graba en su propia existencia la
extraordinaria riqueza de la pascua de Cristo, testimoniándolo en el tiempo hasta el día de la venida gloriosa del Señor
El Evangelio de hoy
*Los amó hasta el extremo.*
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había, metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, éste le dijo: —“Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?” Jesús le replicó: —«Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde» Pedro le dijo: -“No me lavarás los pies jamás”. Jesús le contestó: —«Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo,» Simón Pedro le dijo: -“Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.» Jesús le dijo: —«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpió. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.» Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.» Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: —“¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?” Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy; Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.» Palabra del Señor.
Reflexión
“…sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía…” Todo se había cumplido y llegaba el momento de culminar su Misión. Cuanto más se acerca la hora, uno que va siguiendo paso a paso lo que viene ocurriendo con Jesús, no puede dejar de preguntarse por qué. ¿No había otra salida? Cuando tratamos de ponernos en su lugar, no deja de martillarnos buscar el modo de evadir este final. El panorama que vemos por delante es angustiante y doloroso. No podemos evitar estos sentimientos, acompañados de ansiedad…¿Hasta dónde? ¿No podía ser de otro modo? Jesús sabe que no, aunque nosotros no lo comprendamos.
Nos amó hasta el extremo, sin medida, sin límite. Más allá, imposible. ¿Qué más se puede hacer que entregar la vida misma? ¡Y en qué forma! No acudió a cualquier método que le hubiera podido causar la muerte instantánea y sin dolor…Como si fuera poco, se sometió a toda clase de maltratos y humillaciones, insultos y vejaciones, sin juicio alguno, más allá que el reclamo de la turba, fue entregado para que se ensañaran con Él.
Todo esto tenía que pasar para que creamos que es verdaderamente el Hijo de Dios, el Mesías, el Salvador. Todavía queda tiempo para un gesto más y mientras puede, no duda en realizarlo. Toda su vida había estado al servicio de los demás y es lo que reclama de nosotros, que le sigamos, que hagamos como Él, que sigamos el ejemplo. Siendo el primero, el más importante, no tiene ningún reparo en desarrollar el oficio más humilde, como es el de lavarles los pies a sus discípulos. Este gesto entraña un profundo simbolismo, que va más allá del hecho, de por sí, humillante. ¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a tener esta atención con nuestros sirvientes, con nuestros empleados? ¿No estamos siempre esperando que más bien nos sirvan, que nos atiendan, que se desvivan por tratarnos bien? ¿Normalmente no esperamos el comportamiento contrario? Eso es lo que reclama Pedro… ¿Cómo Tú me vas a lavar los pies a mí?
Pero aun sin entenderlo, a Pedro le bastaron las palabras de Jesús. Si Tú lo dices, ha de ser así…Me someto. Pero no es el lavado en sí lo que es necesario, por eso el Señor le responde a Pedro, que está dispuesto a que lo laven todo. “El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos”. Lo importante aquí es el servicio, la disposición. El que manda, el que dirige, el que lidera, el que sabe, debe estar al servicio de los demás. No reclamemos privilegios, antes bien, estemos atentos a las necesidades de los demás, los más pobres, los más humildes.
Señor:por Tu infinita Misericordia concédeme la gracia de hacer cuanto Tu hiciste por amor a mis hermanos, que mi amor sea un amor para siempre en la voluntad del Padre.
Señor dame esa sencillez, esa humildad para servirte en cada momento de mi vida. Que no me ponga a esperar que me atienda mi mujer, mi hijo, mis amigos…sino que por el contrario esté atento a sus necesidades y procure servirlos con cariño, con amor, aun en lo más simple, en lo más insignificante y sencillo.
.“Señor Jesucristo, te necesito. Te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Gracias por perdonar mis pecados. Toma el control del trono de mi vida. Hazme la clase de persona que quieres que sea.” Padre lleno de amor, tú que te complaces en la misericordia y no te dejas ganar en generosidad y compasión, perdona siempre nuestras faltas y todo aquello con lo que herimos a tus hijos alejándonos así de tu casa y de tu mesa, así, con la luz de tu Espíritu Santo reconoceremos que tu amor es más grande que nuestras faltas y volveremos a ti con un corazón contrito y humillado. Gloria y alabanza a ti, Señor. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Por Jesucristo nuestro Señor.Amen,y Amen .
GRACIAS SEÑOR POR ESCUCHARNOS
Cristiano católico
* Te agradecería compartieras con tus amistades este mensaje. Con el mayor de mis respetos.
Saludos, Dios los Bendiga. *
GRACIAS POR TU AMISTAD, FELIZ DIA.
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