¡Alma mía, no quites tu mirada del firmamento!
Cierto día de otoño vi un águila mortalmente herida
a consecuencia de un tiro de escopeta.
Sus ojos brillaban como un círculo luminoso.
Haciendo un esfuerzo volvió su cabeza
y dio una mirada más hacia el firmamento.
Ella había revoloteado frecuentemente por aquellos espacios estrellados.
El bellísimo firmamento era la morada de su corazón.
Millones de veces había realizado hazañas por allí con su esplendida fortaleza.
En aquellas alturas lejanas había jugado con el relámpago
y corrido con los vientos.
Y ahora, alejadísima de casa, yacía moribunda
porque una vez se olvidó y voló demasiado bajo.
Esa águila es el alma. Este mundo no es su casa.
No debe perder de vista su mirada hacia el cielo.
Si no vamos a ser valientes,
marchémonos a tiempo del campo de batalla.
El alma no tiene tiempo para estampidos.
¡Alma mía, no quites tu mirada del firmamento!
"Nunca veremos el sol naciente
si mantenemos la vista en el poniente" (Proverbio Japonés)
Cuida que tu alma siempre se eleve por encima del infortunio.
Ten fe y elévate con ella, no dejes que algo la quiebre,
ni que pierda tiempo en aquellas cosas que sólo la lastiman...
Elévate con ella, hacia el cielo, hacia el infinito...
Juega con el relámpago y corre con el viento
como ella lo hace pero siempre en las alturas,
no bajes, no quieras ser igual a aquellos que viven en la oscuridad...
Tu alma te necesita, y necesita de todo el empuje y las fuerzas
que vos podes brindarle para que su vuelo sea el mejor...
Entonces llevala hacia las estrellas y no a morir en la penumbra...
Aléjate del cazador pues sólo quiere su muerte...
No dejes que otros interrumpan su vuelo...
No hagas que viaje rodeada de seres
que sólo desean que algun día sus alas fallen y se caiga...
Viajá con aquellos que son como vos
y que abren las alas del alma todos los días
pues sienten que son tan importantes como los latidos del corazón.
Mira el cielo... No bajes la mirada...
Busca la luz y no la oscuridad... Elévate siempre...