En muchos casos las personas son nombradas por una variante del nombre o
por un sustitutivo del mismo. Hay que nombrarlas en esa forma si ellas lo sienten
de mayor aprecio. En general conviene nombrar a las personas como las
nombras los amigos.
San Pablo conocía varias personas que vivían en Roma. Los llama por su nombre y
recuerda cosas buenas de ellos. “Saluden a Prisca y a Aquilas, mis cooperadores
en Cristo Jesús. Sepan que para salvar la vida arriesgaron la suya.
Les estoy muy agradecido y conmigo todas la iglesias del mundo pagano.
Saluden también a la iglesia que se reúne en su casa” “Saluden a mi querido
Epeneto, el primero que la provincia de Asia ofreció a Cristo.
Saluden a María que se afanó tanto por ustedes” “Salúdense mutuamente con
un abrazo santo. Todas las iglesias de Cristo les mandan saludos” (Rom, 16 3-16)
Practica mucho el saludar sonriente, afectuoso y repitiéndole mucho a las
personas su nombre o como le dicen los amigos, y si es posible, recordándoles
cosas agradables.
Tomado del Libro
Relaciones Humanas
Sr. Obispo Rogelio Sánchez