simplemente un hombre, no tendría la necesidad
de mentir para hacer ver lo que en realidad no soy.
No tendría la necesidad de vestirme costosamente
a la moda, de tener el último modelo de automóvil,
computadora, TV flat plasma, teléfono celular con
internet, mail, video, etc.
No necesitaría nada de esto para verme más
realizado y lograr diferenciarme de los que
no son tan importantes y capaces
como creo ser yo.
No tendría la necesidad de hacerme ver y hablar tanto
como para demostrar a los demás la buena persona
y lo instruido e inteligente que creo ser.
El hombre que ha alcanzado cierta sabiduría
no mostraría su sapiencia si ésta pudiese
menospreciar al ignorante.
El verdadero sabido habla poco y cuando se le
pregunta, puesto que sabe que es esclavo de lo
que dice y dueño y señor de lo que calla, nunca
esgrime su inteligencia como lo hace el pavo real
con su cola y no necesita demostrar que es sabio
porque sabe que en realidad lo es.
Si sólo por un instante me olvidara que soy
simplemente un hombre no necesitaría enojarme,
cuando las circunstancias no estuviesen a la
altura de mis expectativas.
Comprendería que la ira es una respuesta
condicionada por mi falta de crecimiento interior y la
pequeña visión que poseo de la verdadera realidad.
Dejaría de echarle la culpa a las pobres condiciones
y oportunidades que se me han presentado en la
vida, cuando creyendo tener las más altruistas
intenciones, no pude lograr mis más anheladas metas.
Si sólo por un instante me olvidara que soy
simplemente un hombre, dejaría de echarle la culpa
de mis fracasos a los demás y me observaría un
poco más detalladamente, para intentar
comprender mi parte de responsabilidad en las
situaciones que me condujeron al puerto no
deseado de cada uno de mis fracasos.
No seguiría intentando comprender al mundo
e intelectualizando a Dios cuando apenas me
comprendo un poco a mí mismo.
No me entregaría tan fácilmente al miedo ni me
sentiría tan desafortunado, cuando analizando los
pensamientos, palabras y obras centradas en el
engaño, el egoísmo y el desamor que precedieron
a mis miedos, caigo en la cuenta de haber sido
sólo yo, el que los gestó.
Si sólo por un instante me olvidara que soy
simplemente un hombre, entendería que soy
parte de una raza humana que le teme a la
muerte y paradójicamente la busca, generando
conflictos y guerras.