Esculpimos allí, con música y ascuas, la noche —bloque de mármol— entre caricias.
Me conmueve el recuerdo de tu lenta piel blanca, tu mano abandonada en mi mano, el plomo de tus ojos atados, la dispersa claridad de nuestras voces.
Hoy siguen allí las olas del tiempo, aquel galeón sin amarras, y más allá —escrito en el agua— el recuerdo de tu arena malvada, de tu lengua de sótano buscando la ceniza de mis piernas.
B Bernabé
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