El Morfeo tecnológico:
Dos veces al año y “a golpe de pito” nos cambian la hora sin consultar nuestro “convenio” biológico. En aras del ahorro energético nos olvidamos del equilibrio biológico, aunque como seres adaptables que somos, echamos p’alante sin mirar hacia atrás ni a sus consecuencias. Los cambios horarios, dos al año, tienen como finalidad reducir el consumo de energía buscando hacer coincidir la jornada laboral con las horas de luz natural. Como si nosotros, seres vivos que somos, no nos “alimentásemos” también de dicha ‘Luz Natural’.
Son muchos los países que han adoptado este sistema. Japón en cambio, quizá por su resplandeciente Sol en su bandera que no atiende a “cambios”, mantiene un ‘uso horario’ natural. La historia viene de muy atrás, si bien todas las antiguas civilizaciones optaban regirse por los ciclos del Sol o de la Luna nosotros, que somos “más chulos que la i” nos sometemos sin rechistar a un sistema que dice nos hace ahorrar. Si de por sí son altas las tarifas que pagamos por el uso energético ¿a cuánto ascenderían si no cambiásemos la hora? No lo quiero ni pensar…
Ahorremos en velas:
Benjamin Franklin que además de político, inventor, pensador y uno de los padres de la fundación de Estados Unidos, puede considerarse el pionero en la implantación de los cambios de hora. En 1784 planteó adelantar los relojes una hora durante el verano y así aprovechar mejor la iluminación natural y consumir menos velas para alumbrarse durante la noche. La idea no prosperó pero ya se buscaban alternativas al consumo.
Es a raíz de la 1ª Guerra Mundial, con el fin de ahorrar combustible, que el kaiser Guillermo II de Alemania decreta el inicio del cambio de hora el 30 de abril de 1916. Cosa que aplicó a sus aliados, a las zonas ocupadas y que poco a poco fueron adaptando el resto de los países. ¿Será por ésta implantación o por la 1ª Guerra Mundial que desde entonces no descansamos bien? Sea como fuere nuestro Reloj Biológico acusa los embates.
En la Cronobiología se dice que un Ritmo Biológico es la oscilación de un parámetro biológico dependiente de un reloj endógeno y de sincronizadores ambientales. En realidad la Vida es ‘un fenómeno rítmico’. Por ello tenemos los Ritmos Circandianos que se repiten cada 24 horas. Están asociados a la rotación de la Tierra y por la variación de la luz, temperatura, etc. producen cambios en la actividad funcional metabólica de los seres vivos como un todo y de forma particular en el sistema hormonal.
No nos podemos olvidar de otro de los ritmos vitales que nos acompañan, el ‘Ritmo Lunar o Seleniano’. Los cambios en las posiciones relativas entre la Tierra, la Luna y el Sol producen las Fases Lunares. Cada una de ellas, la Luna Nueva, la Creciente, la Llena y la Menguante se repiten periódicamente cada 29,5 días. La variación de la Luz “artificial” de la Luna sobre nosotros va “aplicando” cambios en los organismos vivos. La agricultura, la gestación, la meditación, el crecimiento y un largo etc. no escapan a ella.
Pero si hay un fenómeno contemporáneo que confirma, a todas luces, el cómo nos afecta los cambios de horarios ése es el Jet Lag. También conocido como síndrome de los usos horarios, es un desequilibrio producido entre el reloj interno de una persona y los nuevos horarios a los que se ve sometido al viajar en avión a largas distancias. Los distintos cambios en el uso horario tienden a producir fatiga, problemas digestivos, falta de memoria, confusión e irritabilidad. Si bien no en todas las personas actúa igual y mucho menos si se viaja hacia el Oeste, sus efectos son notorios. Y aunque no viajemos a largas distancias, determinadas profesiones que obligan a una ruptura con el normal ciclo de sueño y vigilia, terminan pasándonos factura.
También debemos tener en cuenta que en la Naturaleza existen animales diurnos y otros nocturnos. Y el hombre, que en todo se mete, le encanta “saltarse” las normas y correr riesgos. Pero claro, ésto gusta cuando es buscado, otra cosa es cuando viene impuesto. De momento vayamos preparándonos para cambiar nuestros relojes, no sea cosa que al día siguiente lleguemos fuera de horario. Al jefe no le sentará bien, a nuestro organismo tampoco…
¡Cachis! Casi se me olvidaba, uno de los seguros efectos del cambio horario es que estaremos un par de días bostezando como morsas. No pienses que es resultado de haber leído este post…
Felices pesadillas…
Lo que me queda claro Carlos, es que no nos sirve para mucho este cambio de hora, incluso a muchos les puede afectar profundamente.
Enhorabuena, me ha gustado mucho, como siempre
Partiendo de la base de que -como decía Jaimito- el Sol no sirve “pa” nada, puesto que sale de día que es cuando más luz hay, esto del cambio de hora siempre me ha parecido una gilipollez y, servir, lo que se dice servir, me sirvió una vez para romperme una uña intentando sacar la diminuta e incrustada corona de un reloj de mi mujer para ponérselo con la puñetera nueva hora, o para llegar tarde a una cita un día que me olvidé de cambiarla. Por lo que se refiere a posibles desajustes de sueño, no me preocupa tanto porque yo ando desajustado desde hace mucho tiempo. Abrazos.
El Don Franklin ese, el de la idea de cambiar al hora, y en verano para colmo, era un reverendo masón como los otros “padres de la patria”…, no olvidemos que tanta “mejorías” y cambios hasta hoy día mismo, responde a una “intención oscura”. Algo así como “por algo será” encubierto. Justamente en verano es cuando tenés que dejar la hora solar o biológica donde está, NO ADELANTARLA. Puedo entender el adelanto de UNA hora en pleno invierno, pero no cuando la estación tiene sol rebosante… Y es cierto lo que dice: si ya las tarifas son altas, ¿cuánto sería si no se cambiaran la hora?. Acá en la Argentina, ya hace varios años que la tenemos adelantada, por ley, y alguna que otra vez, algún “lúcido” político, en verano, la adelantaba DOS. Quiere decir, que nos amanecíamos más que dormidos muy cansados, y a las “10 de la tarde” estábamos más despistado que pelado en la nieve…A las 23 hs recién se estaba oscureciendo…
¡¡Cosas de seres humanos!!, con sus brillos y sus sombras
Lo vengo notando en mi cuerpo desde principios de esta semana; mi cuerpo tiende a estar espabilado hasta cerca de las dos de la mañana y en cambio es más remolón a la hora de despertarse, prefiere hacerlo a las nueve.
Un abrazo,
MCR
Gracias Carlos por este nuevo artículo. Como siempre me ha gustado mucho y la verdad que no habia pensado en las consecuencias del cambio de hora.
Un abrazo,
Pilar
Muy bueno Carlos, ahorro energético… y con el precio de la luz ascendiendo sin parar… si, si, ahorraremos muchísimo.
Un saludo.
Juan A. Ramos
¡Ahorrar! ¿Quién dijo ahorrar? Si me levanto antes, y todavía no llegó la claridad del día… ¡tengo que encender la luz¡, así que… ¿cuánto ahorramos realmente en nuestras casas? Quienes sí podrían ahorrar son los grandes almancenes, p.ej., que tienen las luces encencidas las 24 h. al día y, sea la estación del año que sea, el horario de atención al público tiene la misma duración y, desde luego, con la iluminación “a tope”.
Como ya han comentado, ¿cómo ahorramos con las tarifas que cobran? En lugar de tomarnos el pelo de manera tan descarada, podrían comenzar a pensar más en energías alternativas y menos en los beneficios de las compañías eléctricas. Luego nos dicen que, en realidad, no pagamos lo que realmente cuesta (¡?).
En cuanto al efecto a nivel personal, no mucho, enseguida le tomo el pulso al nuevo horario; ni siquiera el Jet Lag… será porque duermo en el trayecto y cuando llego al destino vuelvo a disfrutar de la luminosidad del entorno; y de ir a dormir pronto, nada de nada.
Carlos, como es tu costumbre, nos “culturizas” y “diviertes”.
Abrazos,
Carmen