El Evangelio DE
Hoy DOMINGO 3 DE JUNIO DE 2012.
IX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.
Solemnidad de la Santísima Trinidad
¡Bienvenidos. Hermanos y hermanas en Cristo Jesús!
“El Señor este con Uds.”.Nos hemos reunido para leer la Palabra y alimentarnos de Cristo Resucitado que fortalece nuestra vida y nos compromete a vivir y a llevar una vida Espiritual llena de amor y paz.
Con alegría leamos la palabra.
Habla Señor, qué tu siervo escucha”.
Señor, creo en las Sagradas Escrituras que voy a leer,se que contiene Tu Santa Palabra.Haz que la escuche con todo respeto y amor.Ilumina mi mente para que por medio de ella yo conozca Tu Santa voluntad, y mueve mi corazón para que yo cumpla con fidelidad lo que Tú quieres de mí.Espíritu Santo, ilumina con Tu luz mi cabeza y enciende mi corazón para que la palabra de Dios pueda entrar y quedarse siempre en mí, para conocer por medio de Tu Palabra, Tu Divina voluntad, lo que puedo y debo lo, que debo y puedo modificar,y que no depende de mi cambiar, como debo conducirme en los acontecimientos de la vida.Señor, aquí tienes mi corazón abierto, dispuesto a Escuchar Tu Palabra con corazón sencillo y con la voluntad decidida para obedecerle...En TI esta la Luz y la salvación.Amen, y Amen
Primera Lectura.
Deuteronomio 4,32-34.39-40 *El Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro*
Moisés habló al pueblo, diciendo: "Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos? Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre. Palabra de Dios.
Meditación
El pueblo elegido, para mantenerse en los momentos difíciles, apela continuamente a la historia de su pasado, que se convierte en un «lugar teológico». En efecto, si Dios ha sido siempre fiel en el pasado, lo será también en el futuro.
El Señor, siempre cercano a su pueblo y fuente de vida, se ha mostrado fiel y capaz de mantener sus promesas en todas las circunstancias. De ahí que el pueblo elegido deba tener confianza en el Señor y ser fiel a la alianza prometida. Sólo así tendrá asegurada su propia existencia también para el futuro, viviendo en libertad y en paz y sintiéndose elegido por Dios. En caso contrario, Dios se alejará y entonces el pueblo experimentará la muerte .A la luz de esta experiencia histórica, los justos y los guías de Israel tuvieron confianza, incluso en los momentos más críticos de su historia, en que no perderían el ánimo ni abandonarían la observancia de la Ley. Esto es evidente durante el exilio de Babilonia y en tiempos de los Macabeos, cuando tuvieron la fuerza necesaria para proclamar: «Dios grande y único, tu juicio es justo», aunque al mismo tiempo tuvieron que confesar: «Señor perdona las culpas de nuestros padres, porque tú eres benigno y rico en misericordia».
Salmo:32
*Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.*
La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos, porque él lo dijo, y existió, él lo mandó, y surgió. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Segunda Lectura
Romanos 8,14-17 *Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos,
que nos hace gritar: "¡Abba!" (Padre)*
Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: "¡Abba!" (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.
Meditación
Dios, dador de vida, une a él vitalmente, por medio del Espíritu, a todo creyente haciéndole hijo suyo. Para Pablo, esta novedad cristiana de la filiación-comunión con Dios será plena sólo cuando, en la era escatológica, todo bautizado, por obra del Espíritu Santo, se identifique perfectamente con la figura de Cristo resucitado. En efecto, el espíritu de la Ley antigua era un espíritu de esclavitud, mientras que el espíritu de Cristo es el espíritu de la libertad y de la adopción, porque el Espíritu habita en el corazón de los creyentes. Y el fruto más hermoso del Espíritu es la filiación divina, que empieza en los fieles con el bautismo y alcanza su madurez completa en el camino de fe que conduce a la tierra prometida. Entonces no sólo Cristo, sino todos los creyentes en él gozarán de esta plenitud. Ahora bien, el signo más manifiesto de esta prerrogativa cristiana es el hecho de que, ya desde ahora, pueden dirigirse los fieles a Dios con el bello nombre de «Abba-Padre», una expresión aramea familiar que significa «papá» y que ningún judío se atrevía nunca a pronunciar. Sólo el Espíritu ha podido inspirar a los cristianos una expresión tan audaz, que manifiesta la seguridad y la alegría de todos los que son movidos por el Espíritu de Jesús. En todo caso, es el Espíritu quien hace a los creyentes conscientes de esta magnífica realidad, pero sobre todo es su causa. Ser hijos de Dios significa poseer ya una prenda de la vida eterna, significa ser “herederos” de los bienes de la vida de Dios y «coherederos» con Cristo, primogénito de los resucitados. No obstante, para obtener todo esto se exige una condición: participar en los sufrimientos de Cristo y completar lo que falta a su pasión.
Santo Evangelio:
Mateo 28,16-20 *Bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo*
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús
les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo: "Se me ha dado pleno poder en el cielo y
en la tierra. ID y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar
todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo."
Palabra del Señor.
Reflexión
En el evangelio Jesús envía a sus discípulos para que hagan discípulos de entre todas las naciones y los consagren a este Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. A estos nuevos discípulos no les enseñarán una doctrina, sino «todo lo que él les mandó». Y lo que él les mandó fue poner en práctica los «mandamientos mínimos», esto es, las bienaventuranzas, que han tomado el puesto de los antiguos mandamientos de Moisés. Con la práctica de las bienaventuranzas, nacerá una sociedad alternativa, austera, solidaria, cargada de amor y apertura, libre de autoritarismo y respetuosa con las diferencias. En esa sociedad estará por siempre presente Jesús que ahora cumple la función de Enmanuel (Dios con nosotros): «Miren que yo estoy con ustedes cada día hasta el fin del mundo».
Esta fiesta llena nuestros corazones de una gran alegría. Es la fiesta del Dios-Amor, que nos invita a compartir su amor, a recibir su amor generoso y a responder a éste con un amor agradecido. La revelación de la Santísima Trinidad es muy importante, porque nos hace comprender que Dios no es un monolito, sino una comunión de Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La liturgia nos ofrece hoy en el evangelio el único texto del Nuevo Testamento que presenta juntos los tres nombres «Padre, Hijo y Espíritu Santo». Hay muchos otros textos que hablan de estas tres personas por separado, pero sólo el final de Mateo presenta la fórmula «bautizadlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo». Este evangelio está preparado por un texto del Deuteronomio que exalta la generosidad de Dios al revelarse y comunicar su amor. La segunda lectura es un texto de Pablo que habla de nuestra relación con el Padre, gracias al Espíritu Santo, por medio de Cristo.
El que ha sido bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo es de Dios y a Dios ha de obedecer en todo. Pero la voluntad de Dios no es otra que ésta: que seamos sus hijos y que vivamos como hermanos, cumpliendo lo que Jesús nos ha mandado: que nos amemos los unos a los otros.
Mateo cierra su evangelio abriendo los ojos al fin de los tiempos, cuando el Señor vuelva. Mientras tanto, hay una promesa consoladora para los que creen en él y cumplen en la tierra la misión que les ha encomendado: El Señor estará con sus discípulos hasta el fin del mundo. La confesión pública de la fe y la práctica manifiesta del amor fraterno son las señales de esta presencia de Jesús en medio de sus discípulos. Ambas cosas son posibles por la fuerza del Espíritu que nos ha sido dado y que alienta nuestra marcha hacia el Padre.
Dios mío, gracias por quedarte conmigo, por estar ahí todos los días de mi vida. Perdona mi frialdad, mi falta de atención, mi falta de correspondencia a tanto amor, al no cumplir tu mandato de evangelización con más generosidad y convicción.
Dios Padre, Jesús salvador, Espíritu Santo santificador, iluminen y guíen mi oración para aceptar y comprender más el misterio de la Santísima Trinidad.
Santísima Trinidad, no permitas que siga en mi mediocridad, en mi temor de entregarme plenamente a la misión. Con tu gracia podré imprimir un nuevo vigor y gozo a mi apostolado, descubriendo en cada persona que pongas en mi camino, un corazón a quien amar y al que pueda transmitir tu mensaje de salvación que cambie su vida.
Señor Jesucristo, te necesito. Te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Gracias por perdonar mis pecados. Toma el control del trono de mi vida. Hazme la clase de persona que quieres que sea.” Padre lleno de amor, tú que te complaces en la misericordia y no te dejas ganar en generosidad y compasión, perdona siempre nuestras faltas y todo aquello con lo que herimos a tus hijos alejándonos así de tu casa y de tu mesa, así, con la luz de tu Espíritu Santo reconoceremos que tu amor es más grande que nuestras faltas y volveremos a ti con un corazón contrito y humillado. Gloria y alabanza a ti, Señor. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Por Jesucristo nuestro Señor.Amen,y Amen .
GRACIAS SEÑOR POR ESCUCHARNOS
Hermes Sarmiento G.
De Colombia
Cristiano católico
* Te agradecería compartieras con tus amistades este mensaje. Con el mayor de mis respetos.
Saludos, Dios los Bendiga. *
GRACIAS POR TU AMISTAD, FELIZ DIA.
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