El Evangelio DE
Hoy DOMINGO 08 DE JULIO DE 2012.
XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.
MES DEDICADO A LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.
¡Bienvenidos. Hermanos y hermanas en Cristo Jesús!
“El Señor este con Uds.”.Nos hemos reunido para leer la Palabra y alimentarnos de Cristo Resucitado que fortalece nuestra vida y nos compromete a vivir y a llevar una vida Espiritual llena de amor y paz.
Con alegría leamos la palabra.
Primera Lectura.
Ezequiel 2,2-5 *Son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos*
En aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie, y oí que me decía: "Hijo de Adán, yo te envió a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envió para que les digas: "Esto dice el Señor." Ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos." Palabra de Dios.
Meditación
El sacerdote que había caído rostro a tierra fulminado por la gloria de Yahveh lo vemos ahora levantarse airoso en virtud de la fuerza del espíritu, que se posesionó de él. Plenamente consciente, de pie, dueño de sus facultades, escucha tres cosas que son como tres grandes revelaciones: "hijo de hombre", "Yo te envío", "a los israelitas".
En la debilidad de la palabra profética se realiza el poder de Dios. En la débil voz de un cristiano cualquiera, de un seguidor de Jesús de base o a pie puede resplandecer la voz de Dios. Es un "hijo de Adán" un hombre cualquiera. No es necesario apelar a cargo eclesiástico o puesto intelectual. Ya lo dijo Juan: el Espíritu sopla donde quiere, como quiere y cuando quiere. Y a través de esta débil palabra humana, Dios continúa viniendo.
Salmo: 122 *Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.* A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en la manos de sus señores. Como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia. Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Segunda Lectura
2Corintios 12,7b-10 *Presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo*
Hermanos: Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido: "Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad." Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte. Palabra de Dios.
Meditación
San Pablo termina su segunda carta a los de Corinto, en la que se ha visto obligado a hacer una especie de panegírico de su persona, recordando sus limitaciones humanas. El fragmento que hoy leemos pertenece a esta especie de "autorebajamiento". La intención profunda del apóstol es mostrar que toda la grandeza de su misión tiene su origen en la gracia de Dios y no en sus propios méritos. En ningún momento intenta minimizar la gloria de la misión apostólica (sería falsa humildad), pero al mismo tiempo es siempre plenamente consciente de su debilidad personal (humildad como verdad).
S. Pablo alude a las revelaciones que ha recibido. Podría haber sentido orgullo. Pero el Señor le ha preservado de caer en él, humillándole mediante una "espina" en la carne que le puede asemejar a quien está bajo el imperio del demonio y no a un representante de Dios.
El Señor no quiere librar a S. Pablo de esta "espina" que le hace partícipe de la cruz de Cristo, humillándole, y dándole a la vez fuerzas en su debilidad. Es el poder de Cristo lo que habita en él, en su propia debilidad. Es por tanto, fuerte, siendo débil, y así queda todo el sitio libre para el poder de Dios que habita en él. El Cristo humillado y en cruz tenía en sí mismo toda la fuerza del Espíritu y en el mismo momento en que estaba sumido en el sufrimiento y parecía débil, arrancaba al mundo del pecado y le elevaba con él a la vida de Dios.
Estas debilidades hacen experimentar que toda la fuerza viene de Dios, y toda obra al servicio del Evangelio se realiza porque Dios la realiza. Por eso, si bien Pablo preferiría ahorrarse el sufrimiento que esta situación que vive le provoca (y así lo ha pedido al Señor), después se da cuenta de que su debilidad hace resaltar en él la fuerza de Cristo. Por eso, vivir la debilidad es motivo de gloriarse, porque es en la debilidad donde se ve la única fuerza verdadera.
Santo Evangelio:
Marcos 6,1-6 *No desprecian a un profeta más que en su tierra*
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: "¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?" Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía: "No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa." No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando. Palabra del Señor.
Reflexión
Nos dice el Evangelio que la multitud que escuchaba a Jesús se admiraba de
sus palabras. No se trataba del asombro que precede a la fe, sino de la
extrañeza que desemboca en la incredulidad. Este hecho nos invita a meditar
en la importancia que damos en nuestra vida a la palabra de Dios. ¿Es ella el
alimento de nuestra alma, la fortaleza de nuestra fe, la fuente de nuestra
oración? ¿En algunas ocasiones nos resistimos a creer en ella y a vivirla?
Acojamos con docilidad la palabra del Señor en todas las ocasiones, ya sea
con la atención delicada en la celebración litúrgica, asistiendo a círculos de
estudio, dándonos tiempo para la lectura personal de la Sagrada Escritura en la
propia casa. No basta una lectura fervorosa de la Biblia, es necesario
meditarla, como quien saborea un manjar sabroso. Hay que dejar que la
palabra de Dios dé a nuestra alma una dirección espiritual, hay que permitir
que el Espíritu Santo forme nuestros pensamientos y guíe nuestras acciones
por medio de la lectura de la Escritura. Si no ponemos por obra las palabras de
Jesús toda nuestra vida cristiana se quedará en ilusión. La palabra de Dios se
comprende verdaderamente sólo cuando se comienza a practicarla.
Estamos llamados a ser formadores de otros para llevarles a Cristo. Somos
instrumentos, medios, herramientas. De nosotros Dios echa mano para
comunicar su palabra a los hombres. Formémonos y llevemos el Evangelio a
los demás.
¿Por qué un profeta no pude ser admitido en su propia tierra? Cristo nos da la
respuesta. Por falta de fe de la gente, en este caso de sus parientes. Nos cuesta
creer en una persona que ha convivido mucho tiempo con nosotros y ahora
viene a darnos lecciones de vida. “¿Pero no es este el hijo del carpintero, cómo
es que salen tantos milagros de sus manos?”
Necesitamos pedir insistentemente la gracia de la fe. Porque la fe es un
inmenso don de Dios y vale más que la vida misma, pues sólo con ella puede
el hombre caminar en su existencia hacia el destino eterno, aunque a veces no
vea, aunque le rodeen espesas tinieblas, aunque le azote la duda, aunque le
domine el miedo, aunque le invada el desaliento, ya que “el justo vive de la
fe”.
La fe fue la fuerza en su peregrinar par este mundo de todos aquellos hombres
de Dios y lo seguirá siendo para todos aquellos que deseen y quieran ir tras las
huellas de Cristo.
La fe no es un mero sentimiento de la presencia de Dios. Es caminar, sufrir,
caer y levantarse tratando de ser fiel a Dios a quien no vemos con nuestros
ojos materiales, pero sí con los ojos de la fe. Pues si vemos las cosas como
nosotros queremos, entonces dejaría de ser fe y sería certeza de lo que
queremos ver. En definitiva la fe es fiarse de Dios y confiar en Él. Por ello,
digamos a Cristo con humildad: “Creo Señor, pero aumenta mi poca fe”.
Antes de tomar una decisión importante me preguntaré cuál es el ejemplo que
Jesucristo me da en el Evangelio y trataré de imitarlo.
Hermes Sarmiento G.
De Colombia
Cristiano católico
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