Depende de nosotros el crear nuestras propias oportunidades; somos los responsables. Aceptarlo así nos sitúa en una posición que puede permitir mejorar nuestras habilidades ya se trate de relacionarse mejor con los demás o de realizar las tareas y librarse de la trampa de cometer los errores una y otra vez.
Echar la culpa a los demás es como esconder la cabeza bajo el ala. Aceptar la responsabilidad por los propios errores no debería constituir una carga: eso forma parte de ser un adulto.
Necesitamos ser objetivos en nuestro análisis de lo que ha salido mal, y asumir la responsabilidad cuando es debido, ya se trate de nosotros mismos o de los demás.