Descubrir el mundo.
Soñar con ser grande.
Ser un filósofo; cuestionando ¿por qué el cielo es azul?,
¿Por qué el sol sale de día y se oculta por la noche para darle paso a la luna?,
¿Por qué los adultos trabajan y no juegan?,
¿Por qué discuten en lugar de amarse?,
¿Por qué existe el amor pero también el odio?
Ser niño implica:
No albergar resentimientos en el corazón.
No crear guerras, ni pensar en el beneficio propio y mucho menos distinguir clases sociales.
Ser sinónimo de inocencia, bondad, ternura y verdad.
Jugar con cualquier cosa y en cualquier lugar.
Darle sentido hasta a un trozo de rocas
Asombrarse con la lluvia, un arcoíris, un crepúsculo, un viejo árbol, un eclipse, una oruga convirtiéndose en mariposa, el sonido de un tren, el olor de la vainilla, un beso, un nuevo día.
Aprender, crear, imaginar y soñar.
Querer ser un súper héroe, el luchador más fuerte, el mejor futbolista, el predicador de la paz, un gran escritor... quien cambie el mundo.
Darle el valor a las cosas que de verdad lo tienen.
Ver más allá del exterior.
Creer que todo es posible.
Pensar en el presente, dejando atrás el futuro; el cual es incierto.
En pocas palabras, ser niño implica: ser sublime.
En este momento, quizás tu lector, tienes cuerpo de hombre, pero corazón de niño. Si es así consérvalo, porque de ello depende la magia del mundo.
El diálogo familiar y social exige sinceridad. El engaño engendra duda, la duda engendra desconfianza, la desconfianza genera violencia.
Con respeto hay entendimiento. El otro no es el eco de mi voz. La variedad es riqueza, la uniformidad empobrece.
Para dialogar se necesita tolerancia. Nadie es dueño de la verdad. Hay que enterrar el fanatismo y tantos "himnos" que apadrina.
Ese diálogo que reconcilia exige justicia social. Los generosos y los solidarios unen. Los que explotan separan.
El diálogo crece con la apertura de mente y de corazón: al otro aunque piense distinto, a lo nuevo, al cambio.
El diálogo familiar alumbra el diálogo social.
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