¿Qué son los nietos, unos hijos más? No, son unos hijos duplicados. Hay en ellos una
prolongación que es precisamente eso: Una duplicidad en la función creadora y en la
extensión de la especie.
En los nietos se alarga la vida hacia unos límites de amor que no se soñaron. Los hijos
fueron el testimonio. Los nietos la confirmación. Por eso se quieren tanto. Por eso son
el juguete espiritual de la edad mayor.
Un nieto es un amor convertido en realidad. A él le damos nuestros besos que tal vez
no les dimos a los hijos. Ellos nos dan los besos que quizás ya nadie nos da.
Es reeditar la juventud y el corazón palpita vigorosamente como si fuera un corazón
adolescente.
Con un nieto en los brazos tenemos al hijo; tenemos la juventud que casi se nos
escapa un día. También al amor verdadero que nadie pide y ellos lo dan.
Es verdaderamente maravilloso vivir esos retozos de los nietos, sus infantilerías que
nos llevan a otros mundos y todo ese concierto de sus risas sonoras.
Con los nietos se revive la historia del alma, y el alma vuelve a florecer. El hogar ya
viejo, se torna joven y se renuevan las esperanzas.
Los nietos son la fortuna de los años de la sensatez.
¿Que... se quiere más a los nietos que a los hijos? Así parece, pero no. Lo que pasa es
que con los nietos se vuelve a amar a los hijos, y se ama más a Dios.
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