En esta tarde, Cristo del
Calvario, vine a rogarte por mi carne enferma; pero, al verte, mis ojos van y
vienen de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados, cuando veo los tuyos destrozados? ¿Cómo
mostrarte mis manos vacías, cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad, cuando en la
cruz alzado y solo estás? ¿Cómo explicarte que no tengo amor, cuando tienes
rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada, huyeron de
mí todas mis dolencias. Y sólo pido no pedirte nada, estar aquí, junto a tu
imagen muerta, ir aprendiendo que el dolor es sólo la llave santa de tu santa
puerta.
Amén
Por: Gabriela Mistral