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La verdadera Maestría no se declama: se vive…; no hace falta hablar de ella…, sólo dejas que se irradie…, y sientes que por ti fluye al permitir que se active ese cariño por todos…, que no deja afuera a nadie…
Es una suave energía que vibra amorosamente, y que suscita en la gente pensamientos inspirados, y que lleva a las personas a vivir gozosamente sembrando por los caminos sentimientos elevados…
Es ver que el otro, en si mismo, es un Santuario, es un Templo, en donde la Luz más alta serenamente reposa…, y es también, al mismo tiempo, predicar con el ejemplo de una conducta elevada y una actitud amorosa.
Y ante el hermano que siente que es su mundo un descalabro, es darle esa compasión que alivia el abatimiento, es alentarlo a que crea que puede salir del barro, y sobre todas las cosas, es darle empoderamiento.
Y es descender la belleza de los planos superiores a la sólida aspereza de este mundo material…, y es dejar que en tu paleta emerjan nuevos colores, y es ver en lo cotidiano su trasfondo espiritual.
Y es dejar de decir “mío”…, y empezar a decir “nuestro”, para que se vuelva Faro lo que un día fue linterna…, por eso es que me arrodillo a tus pies, dulce Maestro, para venerar el brillo sin par de tu Luz Interna…
Jorge Oyanarte
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