El
anillo del Rey.
Posted: 23 Jul 2013 09:16 PM PDT
Hubo una vez un rey
que dijo a los sabios de la corte:
- Me estoy fabricando
un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles.
Quiero guardar oculto
dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de
desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis
herederos, para siempre.
Tiene que ser un
mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.
Todos quienes escucharon eran sabios,
grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un
mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos
de desesperación total…
Pensaron, buscaron en
sus libros, pero no podían encontrar nada.
El rey tenía un
anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre.
La madre del rey murió
pronto y este sirviente cuidó de él, por lo tanto, lo trataba como si fuera
de la familia.
El rey sentía un
inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó.
Y éste le dijo:
-No soy un sabio, ni
un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje.
Durante mi larga vida
en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me
encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio.
Cuando se iba, como
gesto de agradecimiento, me dio este mensaje; – el anciano lo escribió en un
diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey -.
Pero no lo leas – le
dijo – mantenlo escondido en el anillo.
Ábrelo sólo cuando
todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación -
Ese momento no tardó
en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino.
Estaba huyendo en su
caballo para salvar la vida, y sus enemigos lo perseguían.
Estaba solo y los
perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no
había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él
sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino.
Ya podía escuchar el
trotar de los caballos. No podía seguir hacia adelante y no había ningún otro
camino…
De repente, se acordó
del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje
tremendamente valioso:
Simplemente decía:
“ESTO TAMBIÉN PASARÁ”.
Mientras leía “ESTO
TAMBIÉN PASARÁ” sintió que se cernía sobre él un gran silencio.
Los enemigos que le
perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado
de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los
caballos.
El rey se sentía
profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido.
Aquellas palabras
habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo,
reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo
victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes…, y él
se sentía muy orgulloso de sí mismo.
El anciano estaba a su
lado en el carro y le dijo:
- Este momento también
es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.
- ¿ Qué quieres decir?
– preguntó el rey -. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no
estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.
- Escucha, – dijo el
anciano – este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es
para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también
es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último;
también es para cuando eres el primero.
El rey abrió el anillo
y leyó el mensaje: “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”, y nuevamente sintió la misma paz,
el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero
el orgullo, el ego, habían desaparecido.
El rey pudo terminar
de comprender el mensaje.
Se había iluminado.
Entonces el anciano le
dijo:
- Recuerda que todo
pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes.
Como el día y la
noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza.
Acéptalos como parte
de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.
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