EL REY DE
CASI-TODO
El rey de casi-todo
tenía casi todo. Tenía tierras, ejércitos y tenía mucho
oro. Pero el rey no
estaba satisfecho con el casi todo. Él quería todo.
Quería todas las
tierras.
Quería todos los ejércitos del mundo.
Y quería todo el oro que
hubiese todavía
Entonces, mandó a sus soldados en procura del todo.
Y
fueron conquistadas más tierras.
Otros ejércitos fueron dominados.
En sus
cofres ya no cabía tanto oro.
Pero el Rey todavía no tenía
todo.
Seguía siendo el
Rey de Casi-todo.
Por eso, quiso más.
Quiso las flores, los frutos y los
pájaros.
Quiso las estrellas y quiso el sol.
Flores, frutos y pájaros le
fueron traídos.
Se apresaron las estrellas y el sol perdió su
libertad.
Pero el rey todavía no tenía todo.
Porque teniendo las
flores, no podía quitarles la belleza y el perfume.
Teniendo los frutos, no
podía quitarles el sabor.
Teniendo los pájaros, no podía quitarles el
canto.
Teniendo las estrellas, no podía quitarles la luz.
El Rey era aún
el Rey de Casi-todo.
Y se puso
triste.
En su tristeza salió a caminar por sus reinos.
Pero sus reinos
eran ahora muy feos.
Las flores y los frutos habían sido recogidos
La
noche no tenía estrellas y el día no tenía sol.
Y tristes como él estaban sus
súbditos.
Entonces el Rey de Casi-todo no quiso nada
más.
Mandó que
devolviesen las flores a los campos y que entregasen las tierras
conquistadas.
Mandó que plantasen
árboles que dieran frutos y que soltasen a los pájaros.
Mandó que
distribuyesen las estrellas por el cielo y que liberaran al sol.
Y el rey se
volvió feliz.
En su inmensa
alegría, sintió la paz.
Y sintiendo la paz,
el Rey vio que no era más el Rey de Casi-todo.
Él ahora tenía
todo.
(Desconozco el
autor)