"Marta Morris y la
llave de la fortuna"
Jorge
Bucay
Marta Morris vive
en Estados Unidos. Es escribana. Un día escuché un cuento que ella comenta de su
vida personal.
Marta vivía en una
casa en las afueras de Nueva York. Estaba por firmar un contrato muy importante
con una empresa que le aseguraba su futuro, y había trabajado todo el fin de
semana en ese contrato para que todo llegara a buen término. Ese día, como lo
hacía habitualmente, despidió a sus hijos y a su esposo -que se iban a realizar
sus tareas diarias-, agarró sus cosas y salió.
Cuando salió, se
dio cuenta que se había olvidado el contrato dentro de la casa. Cuando se dio
vuelta para abrir la puerta, se dio cuenta que se había olvidado las llaves
adentro. El contrato y las llaves habían quedado adentro de la
casa.
Desesperada porque
no podía hacer firmar el contrato, empezó a forzar la puerta para ver si podía
entrar. Estaba angustiada, ya que había trabajado durante años para llegar a ese
momento, y ahora una puerta le interrumpía el paso.
Intentó forzar la
puerta, hacer palanca...
Y no tuvo éxito.
Tampoco había alguna ventana abierta por donde entrar.
Entonces, empezó a
gritar. Llegó el cartero y le preguntó qué le pasaba. Marta Morris le contó toda
la historia. Entonces, el cartero comenzó a ayudarla, pero no pudieron abrirla.
La puerta no cedía.
- ¿Y su marido?,
preguntó el cartero.
- Mi marido está en
otra ciudad y no tengo como encontrarlo.
El cartero le
preguntó si no tenía otra llave.
- Sí, mi vecino
-contestó Marta- pero tuvo la mala idea de irse un fin de semana
afuera.
El cartero le
sugirió romper la puerta. Marta le dijo que no era conveniente, ya que ella
debería irse y la casa quedaría abierta.
Entonces, el
cartero le propuso ir a buscar a un cerrajero, pero Marta se opuso porque
necesitaba abrir la puerta en ese mismo instante. Volvió a patear la puerta,
pero no pudo abrirla.
Resignado, el
cartero le dijo que lo lamentaba mucho, le dejó una carta y se
fue.
Cuando el cartero
se fue, Marta Morris volvió a patear la puerta, pero no se abrió. Lloró
desesperada ante la imposibilidad.
Marta Morris se
sentó en el escalón de la puerta de entrada y abrió la carta que le había dejado
el cartero. Era de su hermana. Marta Morris se emocionó. La hermana le contaba
en la carta lo bien que la había pasado el fin de semana con su
familia.
"Te escribo esta
carta para decirte que me sentí muy cómoda con tu familia... pero también para
pedirte disculpas. Cuando estuve en tu casa, un día llegué más temprano y como
no podía ingresar le pedí la llave a tu vecino. Y en un descuido me olvidé de
devolverte la llave. Dentro del sobre te envío la llave que me olvidé de
devolverte".
La historia de
nuestra vida tiene que ver con la historia de Marta Morris: hasta cuando vamos a
golpear las puertas, hasta cuando vamos a seguir llorando por aquellas puertas
que no se abren. Tenemos que empezar a confiar que la llave va venir a nosotros
si dejamos de golpear.