En la práctica, esta persona se dedica a presentar falsa información, para hacernos
dudar de nuestra memoria y percepción y, en última instancia, incluso de nuestra cordura.
El abusador suele comenzar negando que
determinados eventos hayan ocurrido, hasta llegar a escenificar situaciones raras que
desorientan a su víctima.
De esta forma, terminamos dudando incluso de lo que dijimos un minuto atrás.
El silencio también se puede utilizar como una táctica de abuso emocional.
De hecho, la indiferencia asociada al silencio causa profundas heridas emocionales porque no solo
aumenta el nivel de ansiedad en la víctima sino que también daña profundamente su autoestima
y provoca una enorme inseguridad.
El abusador usa el silencio para castigar a su víctima, simplemente no responde,
se muestra frío y distante.
De esta forma, tensa al máximo la cuerda, hasta que la otra persona no puede más
y termina disculpándose por algo que no ha hecho. Así el abusador logra su objetivo:
dominar y manipular jugando con las emociones.
En el abuso emocional, la persona lo que hace es proyectar sobre su víctima sus
propias inseguridades, miedos y problemas. Por eso, acusará a la otra persona de mentir,
cuando en realidad es él quien miente, o le acusará de ser infiel, cuando en verdad
es ella la que traiciona.
En práctica, se trata de descargar su responsabilidad sobre el otro, para crear
confusión y cambiar su autoimagen, diseñándola a su imagen y semejanza.
Intimidación encubierta.
La persona que recurre a las tácticas de abuso emocional no suele emplear l
a agresividad y la violencia, al menos no de forma evidente porque su principal
objetivo es manipular a su víctima sin que su imagen
se vea dañada. Por eso, en muchos casos suele recurrir a la intimidación encubierta.
Es fácil percatarse porque su discurso está plagado de amenazas indirectas,
que quedan implícitas en sus palabras.
De esta forma, le deja claro a su víctima cuáles serían las consecuencias de sus acciones y,
de paso, puntualiza que la responsabilidad es únicamente suya, se lava las manos.
Por ejemplo, puede decir: “entiendo que no hagas nada,
pero así terminarás con nuestra relación” o “si no inviertes ahora mismo,
perderás todo tu dinero”.
Victimismo. Cuando todas las tácticas anteriores fallan, el abusador suele recurrir
al victimismo.
En práctica, descarga su responsabilidad en el otro, haciéndose pasar por la víctima
de la situación.
De hecho, incluso es común que terminemos compadeciéndonos y sintiéndonos mal por
nuestro comportamiento, cuando en realidad no hemos hecho nada malo.
De esta forma el abusador genera un sentimiento de culpa que mantiene a la víctima atrapada
en su tela de araña.
La empatía nos hace caer en sus redes y, al convertirnos en el “malo de la película”,
somos más proclives a ceder a sus demandas.
Así nos manipula sin que seamos conscientes de ello. Frases típicas de este tipo de
manipulación emocional son:
“con todo lo que he hecho por ti y así es como me pagas” o “me he sacrificado por ti
y no lo consideras”.
Recuerda que la manipulación emocional es un juego muy peligroso,
donde siempre hay alguien que sale dañado. Por eso, apenas notes alguna de estas tácticas,
ponles freno.
De la misma forma, considera que en ocasiones somos nosotros
quienes usamos inconscientemente alguna de estas estrategias, quizás porque tenemos
miedo de perder a la persona que amamos o porque no tenemos suficientes argumentos.
En ese caso, haz un examen de conciencia porque la manipulación
nunca es la mejor alternativa