Pensamientos: “10
pasos para amarse a uno mismo”
- Deja de criticarte.
La crítica nunca cambia nada. Niégate a criticarte. Aceptate exactamente tal y
como eres. Todo el mundo cambia. Cuando te criticas, tus cambios son negativos.
Cuando te apruebas, tus cambios son positivos.
- No te asustes. Deja
de aterrorizarte con tus pensamientos. Es una forma horrible de vivir. Busca
alguna imagen mental que te produzca placer (la mía son las rosas amarillas) e
inmediatamente reemplaza el pensamiento aterrador por uno
agradable.
- Sé amable, apacible
y paciente. Sé amable contigo. Pórtate bien contigo. Ten paciencia contigo
mientras aprendes esta nueva forma de pensar. Trátate como tratarías a una
persona a la que verdaderamente amas.
- Sé tolerante con tu
mente. El odio a uno mismo es el odio a los propios pensamientos. No te odies
por tener los pensamientos que tienes. Cámbialos suavemente.
- Elógiate. La
crítica destruye el espíritu interior. El elogio lo construye. Elógiate todo lo
que puedas.
- Alábate por lo bien
que haces las cosas, por más insignificantes que sean.
- Bríndate apoyo.
Busca formas de apoyarte. Recurre a tus amigos y déjate ayudar. Es muestra de
fortaleza pedir ayuda cuando se necesita.
- Sé indulgente con
tus aspectos negativos. Comprende que los creaste para satisfacer una serie de
necesidades. Ahora estás encontrando formas nuevas y positivas de satisfacer
esas mismas necesidades. De modo que deja amorosamente que las viejas pautas
negativas se vayan.
- Cuida de tu cuerpo.
Infórmate sobre cuál es la nutrición adecuada para ti. ¿Qué clase de combustible
necesita tu cuerpo para obtener la energía y vitalidad óptimas? Infórmate sobre
las distintas modalidades de ejercicio físico que existen. ¿Qué tipo de
ejercicio te gustaría hacer? Mima y venera el templo en el que
vives.
- Trabajo con el
espejo. Mírate a los ojos a menudo. Expresa el creciente amor que sientes por
ti. Perdónate mirándote al espejo. Conversa con tus padres mirándote al espejo.
Perdónalos también.
¡Hazlo ya! No
esperes a sentirte bien, ni a perder peso, ni a tener el nuevo empleo o la nueva
relación. Empieza ahora a hacer cosas y hazlas lo mejor que
puedas.
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Pensamientos: “LA
ESPERANZA ES LA MADRE DE LA FE”
Hace varios años
una maestra de escuela pública fue contratada para visitar a unos niños
internados en un gran hospital de la ciudad. Su tarea era guiarlos en sus
deberes a fin de que no estuvieran muy atrasados cuando pudieran volver a
casa.
Un día esta maestra
recibió una llamada de rutina pidiéndole que visitara a un niño en particular.
Tomó el nombre del niño, el del hospital y el número de la habitación y la
maestra del otro lado de la línea le dijo:
– Ahora estamos
estudiando sustantivos y adverbios en clase. Le agradecería si lo ayudara con
sus deberes, así no se atrasa respecto a los demás.
Hasta que la
maestra no llegó a la habitación del niño, no se dio cuenta de que se hallaba
ubicada en la unidad de quemados del hospital. Nadie la había preparado para lo
que estaba a punto de descubrir del otro lado de la puerta. Antes de que le
permitieran entrar, tuvo que ponerse un delantal y una gorra esterilizada para
evitar la posibilidad de infección. Le dijeron que no tocara al niño, ni la
cama. Podía mantenerse cerca, pero debía hablar a través de la máscara que
estaba obligada a usar.
Cuando por fin
terminó de lavarse y se vistió con las ropas prescriptas, respiró hondo y entró
en la habitación. El chiquito terriblemente quemado, sufría mucho. La maestra se
sintió incómoda y no sabía qué decir, pero había llegado demasiado lejos como
para darse vuelta e irse. Por fin, pudo tartamudear:
– Soy la maestra
del hospital y tu maestra me mandó para que te ayudara con los sustantivos y los
adverbios.
Después le pareció
que no fue una de sus mejores sesiones de enseñanza.
A la mañana
siguiente cuando volvió, una de las enfermeras de la unidad de quemados le
preguntó:
– ¿Qué le hizo a
ese chico?
Antes de que
pudiera dar una disculpa, la enfermera la interrumpió
diciendo:
– Usted no me
entiende, estábamos muy preocupados por él, pero desde que usted vino, toda su
actitud cambió. Está luchando, responde al tratamiento, es como si hubiera
decidido vivir.
El propio niño le
explicó luego que había abandonado completamente la esperanza y sentía que iba a
morir, hasta que vio a esa maestra tan especial. Todo había cambiado cuando se
dio cuenta de algo: con lágrimas de felicidad en los ojos, el chiquito tan
gravemente quemado que había dejado de lado toda esperanza, lo expresó
así:
– No le habrían
enviado una maestra para trabajar con los sustantivos y los adverbios a un chico
agonizante, ¿no le parece?
