El sueño del
Sultan
Una sabia y
conocida anécdota árabe dice que en una ocasión, un Sultán soñó que había
perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó a llamar a un adivino
para que interpretase su sueño:
– ¡Qué desgracia Mi
Señor! -exclamó el adivino- Cada diente caído representa la pérdida de un
pariente de Vuestra Majestad.
– ¡Qué insolencia! -gritó el Sultán enfurecido-
¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? Fuera de aquí.
El Sultán llamó a
su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos.
Mas tarde ordenó
que le trajesen a otro adivino y le contó lo que había soñado. Éste, después de
escuchar al Sultán con atención, le dijo:
– ¡Excelso Señor!
Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobreviviréis a
todos vuestros parientes.
Iluminóse el
semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó le dieran cien monedas de
oro.
Cuando éste salía
del palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:
– ¡No es posible!,
la interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer
adivino. No entiendo por qué al primero le pagó con cien latigazos y a ti con
cien monedas de oro.
– Recuerda bien
amigo mío -respondió el segundo adivino- que todo depende de la forma en el
decir. Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender el arte de
comunicarse. De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la
desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier
situación, de esto no cabe duda, mas la forma como debe ser comunicada es lo que
provoca en algunos casos, grandes problemas. La verdad puede compararse con una
piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero
si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura ciertamente
será aceptada con agrado.
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Pensamientos: “No
te apegues a Nada”
Un pájaro herido no
puede volar, pero un pájaro que se apega a una rama de árbol,
tampoco.
¡Deja de apegarte
al pasado!
Dice el proverbio
hindú: “El agua se purifica fluyendo; el hombre,
avanzando.”
El mundo está lleno
de sufrimiento; la raíz del sufrimiento es el apego; la supresión del
sufrimiento significa la eliminación, el abandono, de los
apegos.
Hay un deseo común
que es el cumplimiento de lo que se cree que va a dar felicidad al yo, al ego.
Ese deseo es apego, porque ponemos en él la seguridad, la certeza de la
felicidad.
Es el miedo el que
nos hace desear la felicidad, y ella no se deja agarrar.
Ella es. Esto sólo
lo descubrimos observando, bien despiertos, viendo cuándo nos mueven los miedos
y cuándo nuestras motivaciones son reales.
Si nos aferramos a
los deseos, es señal de que hay apego.
¿Abandonar los
apegos significa apartarse del mundo material? La respuesta es: ¡No! Uno usa el
mundo material, uno goza el mundo material, pero no debe hacer depender su
felicidad del mundo material. ¿Está esto suficientemente
claro?
Uno comienza a
gozar las cosas cuando está desapegado, porque el apego produce ansiedad. Si
estás ansioso cuanto te aferras a algo, difícilmente podrás
gozarlo.
Por lo tanto, lo
que te propongo no es una renuncia al goce: es una renuncia a la posesividad, a
la ansiedad, a la tensión, a la depresión frente a la pérdida de
algo.
¿De dónde crees que
provienen todos los conflictos? De los apegos.
¿De dónde crees que
proviene el sufrimiento? De los apegos.
¿De dónde crees que
proviene la soledad? De los apegos.
¿De dónde crees que
proviene el vacío? Tú lo sabes: el origen es el mismo.
¿De dónde crees que
provienen los temores? También de los apegos.
Sin apego no hay
temor. ¿Lo pensaste alguna vez? Sin apego no hay temor.