Disposiciones
Compañeros, enterradme en Isla Negra, frente al mar que conozco, a cada área rugosa de piedras y de olas que mis ojos perdidos no volverán a ver. Cada día de océano me trajo niebla o puros derrumbes de turquesa, o simple extensión, agua rectilínea, invariable, lo que pedí, el espacio que devoró mi frente.
Cada paso enlutado de cormorán, el vuelo de grandes aves grises que amaban el invierno, y cada tenebroso círculo de sargazo y cada grave ola que sacude su frío, y más aún, la tierra que un escondido herbario secreto, hijo de brumas y de sales, roído por el ácido viento, minúsculas corolas de la costa pegadas a la infinita arena: todas las llaves húmedas de la tierra marina conocen cada estado de mi alegría, saben que allí quiero dormir entre los párpados del mar y de la tierra . . . Quiero ser arrastrado hacia abajo en las lluvias que el salvaje viento del mar combate y desmenuza, y luego por los cauces subterráneos, seguir hacia la primavera profunda que renace.
Abrid junto a mí el hueco de la que amo, y un día dajadla que otra vez me acompañe en la tierra.
Pablo Neruda
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