Sentir y vivir estas cosas es horrible… es como en las noches de insomnio en que parece que nunca llegará la madrugada. Es así. Lo sabemos por experiencia.
Y es cuando necesitamos regar con nuestras lágrimas la esperanza que en nuestro jardín ha de ser siempre la última flor que se marchita. Porque no hay noche tan larga capaz de detener un día nuevo. Ni “hay mal que dure cien años”.
Es bueno pensar cuando llueve que esa tristeza fecundará la tierra para la primavera.Recordar que una salud radiante importa más que el tajo doloroso de un bisturí.
Cuando alguien nos insulta cobardemente y nos apedrea el huerto frutal, corremos el riesgo de olvidar que ese árbol apedreado volverá a florecer y dar su fruto sin cansarse de dar…
A media noche, cuando nos cubre la pena y la derrota. Cuando atardece la desilusión. Cuando se nos muere la risa como el sol. Cuando se nos apagan una llama que hemos cuidado mucho para alumbrarnos en las tinieblas… consuela y entusiasma recordar que: Siempre hay un mañana.