Te he amado con palabras enigmáticas,
de esas que dicen más de lo que dicen,
aunque nadie lo entiende, ni tú misma;
con afán que no acierta a despedirse;
con miradas furtivas, como ríos
que no se dejan ver ni oir, sutiles,
pero que pasan junto a ti, muy cerca,
tan tímidos, tan tristes.
Y con manos te amé, cortas, inmóviles,
creyéndote intangible.
Te amé con pensamientos que me hubieran,
de haberse hecho visibles,
condenado a tortura
y muerte al fin, en múltiples países;
y que tú hubieras aceptado al verlos,
pero, ay, que no los viste.
Si hubieras estado hecha de sonidos,
y avanzaras en arpas y violines,
hubieras penetrado mis barreras,
resonando en mis tímpanos, no diques,
sino umbrales a zonas más recónditas,
a las que bien pudieras adherirte,
y navegar la savia de mis sueños
de la más alta rama a las raíces.
Y si fueras de luz, tal vez leyeras,
al entrar por mis ojos, cuanto escribe,
en las paredes vivas de mi espíritu,
ese duende interior que por ti vive…
Una voz inequívoca me advierte
que ya has entrado en mí, que ahora resides
en esa zona de vigor y sangre
que alguien denominara vida. Dime,
¿te quedarás? ¿Sabrás considerarme
como te considero, imprescindible?
Fco Álvarez