Es absolutamente práctico y racional: hay que identificar y cultivar los estados mentales positivos, así como identificar y eliminar los estados mentales negativos. En lugar de clasificar estados mentales, emociones o deseos con arreglo a juicios morales externos como «La avaricia. es un pecado», o «El odio es maligno», debes clasificar las emociones simplemente sobre la base de si conducen o no a la felicidad última.
»En mi caso, por ejemplo, como monje creo en el budismo y, a través de mi experiencia, sé que su práctica es muy útil para mí. No obstante, pueden surgir ciertos sentimientos, como cólera o apego, debido a la costumbre o a muchas vidas anteriores. Hago entonces lo siguiente: primero aprender el valor positivo de las prácticas, luego incrementar mi determinación y finalmente tratar de ponerlas en práctica. Al principio, la utilización de las prácticas positivas es muy débil, porque las influencias negativas siguen siendo muy poderosas. Finalmente, sin embargo, a medida que intensificas las prácticas positivas, disminuyen los comportamientos negativos. Así que, en realidad, la práctica del Dharma (*) es una batalla constante dentro de nosotros, en lo que se trata de sustituir el condicionamiento o la costumbre negativa por un condicionamiento positivo.