Eres mi radiante sol de abril, y mi dorada rosa, jamás pensé volver a enamorarme así. En el letargo de mi otoño gris, cuando ya nada me quedaba por vivir, y sólo esperaba el buen morir, apareciste tú, divinamente ataviada de encanto y dulce ternura.
Tú enamorada de mi por fortuna, mi radiante sol, mi romántica luna. Vaya manera tan sutil de querer, mi adorada flor como ninguna. Encandilando mis dorados sueños, despertando mis ansias contenidas, y renovándole vida a mis esperanzas moribundas y casi perdidas.
Tú mi bella princesa, llenas mi vida del fulgor de cálidas auroras,
y ensueños de amor, alimentando mis más alucinantes fantasías. Eres mi sol del Norte, y yo tu profano y romántico caballero.
Tu y yo, ... yo y tú, somos contrastes: Claro y obscuro, alba y ocaso, luz y penumbra. A tu lado no existe, la oscuridad, es simplemente la ausencia de luz.
Y vaya tú sí que eres luz en todos los sentidos, luz diáfana meridional, luz que sútil ilumina mis más oscuros y recónditos adentros. Tus ojos hermosos, cual resplandecientes luceros del amanecer, son parte de mi querer. Tu relampagueante sonrisa de marfil, tus sensuales labios carmesí, y ese rostro tan bello, como un querubín perfecta para mi, sí, perfecta, ... de principio a fin, hacen que mi amor por ti sea sin principio y sin fín.
Autor: George Rivas Urquiza País, Lima- Perú GRU/06/01/2016