El grafólogo
Un hombre se encuentra con un amigo y le cuenta
que ha ido a ver a un grafólogo, un adivino que
predice el futuro estudiando la letra del consultante.
El hombre dice que el grafólogo le ha prevenido de una fatalidad
y le ha salvado la vida.
El otro, intrigado, decide visitar al grafólogo,
pero como se avergüenza, escribe antes una nota.
Ya en lo del grafólogo, el hombre dice que quiere hacer
una consulta por un "amigo" y le tiende la nota.
El adivino lee y el gesto, al comienzo imperturbable,
se trueca por el enojo: "No me haga perder el tiempo",
dice, "el hombre que escribió esta nota murió hace años".
El consultante, notablemente perturbado, dice que esa nota tiene horas de escrita.
El grafólogo insiste en que se trata de una broma y repita
que el escrito pertenece a un muerto y pregunta
"¿le parece gracioso querer saber el futuro de un muerto".
El hombre solo puede titubear. Entonces el vidente agrega
una descripción del supuesto muerto, descripción que es aplicable al consultante,
quien ya tiembla como un perro mojado.
Al borde del llanto, el entrevistado dice:
"no puedo estar muerto porque quien escribió la nota fui YO".
El adivino calla.
Vuelve a tomar la nota y dice:
"Oh, disculpe. Debí equivocarme".