Para prepararme, puede que cada mañana planifique mi horario. Mas también tomo un momento para preguntarme: “¿Qué puedo hacer hoy por otra persona?” La respuesta es que puedo expandir mi corazón más allá de mis deseos inmediatos para ayudar a los demás.

Comienzo aquí mismo donde estoy. Mis pensamientos y sentimientos van más allá de mi entorno personal. Estoy vinculado divinamente con toda la creación. Al enfocarme en las necesidades de los demás, salgo de mis preocupaciones. Siento gozo cuando contribuyo al gran círculo de la humanidad.

La unidad que siento con toda manifestación de vida me recuerda que ésta es una vida maravillosa, y que soy parte de algo mayor.

La paz es la plena armonía del Espíritu en mí, la cual fluye hacia el mundo mediante mis palabras y acciones. Aunque sólo soy una persona, tengo una fe poderosa en que la paz puede comenzar conmigo.

Afirmo la distribución equitativa de la provisión abundante disponible para todos. Comparto mis recursos en la comunidad, en los lugares que proveen servicio a quienes lo necesitan. La circulación de la provisión divina apoya a un mundo en paz. Mi idea de un mundo apacible incluye el que todos los habitantes sean provistos con lo que necesitan para vivir, crecer y prosperar. Mis acciones inspiran a otros a trabajar juntos en armonía. Visualizo que todas las personas viven en la tierra en paz.

Para lograr grandes resultados, ¿Cuánta fe se necesita? Jesús enseñó que hasta una cantidad pequeña de fe puede mover montañas: “De cierto les digo, que si tuvieran fe como un grano de mostaza, le dirían a este monte: “Quítate de allí y vete a otro lugar”, y el monte les obedecería”. Si me falta fe para ir en pos de mis sueños, comienzo con pasos pequeños. Al confiar en la presencia de Dios en mí, sigo una visión para mi vida inspirada divinamente.

Para edificar mi fe utilizo las herramientas espirituales de oración, imaginación, afirmación y acción. Aprecio el orden divino en todo. Dedico tiempo cada día para dar gracias a Dios por resultados perfectos. Me afianzo en la vida, el amor y la salud. Tengo fe en la fe misma.

Al sentarme tranquilamente y centrar mis pensamientos en mi corazón, descubro todo lo que necesito descubrir. Las preocupaciones cesan. Respiro suave y serenamente. Cualquiera que sea el problema que percibo en mi vida, sé que en este momento estoy en la Presencia espiritual que responde y satisface cada necesidad.

Este lugar perfecto de paz contiene todo lo necesario para que yo proceda con gracia y claridad. Si surge alguna interrogante, la observo y la dejo ir, confiando en que recibiré la respuesta. Puedo recibirla en un sueño, en un libro, en una palabra o gracias a un conocimiento interno. El Espíritu tiene maneras infinitas de comunicarse, y estoy receptivo a ellas.

Mi verdadera naturaleza es potencial ilimitado. Sin embargo, puede que albergue sin querer pensamientos de limitación. Tomar conciencia de las creencias antiguas y los pensamientos limitantes me ayuda a dejarlos ir y a reclamar mi fortaleza.

Estoy listo para cultivar la semilla de grandeza en mí. Les niego poder a las conductas y a los patrones que no promuevan mi bien. Cambio mi manera de pensar alineándola con el poder divino en mí. Soy fuerte y capaz, y dejo ir cualquier creencia de lo contrario. El cambio y el crecimiento espiritual requieren valor, compromiso y tiempo de mi parte. Así que me paro firme en mi fe. Reclamo mi bien y permito que la fortaleza divina fluya en mí y por medio de mí. Soy una creación de Dios fuerte y capaz.

Cuando despierto a mi poder creativo natural, abro el fluir para las ideas divinas, la energía innovadora y la genialidad. En unidad consciente con el Espíritu, me expreso partiendo de la Mente divina. Gracias al poder de mi voz, amplifico mi poder de pensamiento. Hablar afirmativamente en voz alta expande mi energía creativa.

El espíritu crístico en mí me alienta a la acción creativa. Repetir estas palabras positivas permite que la energía creativa llene mi ser —mente, cuerpo y alma. Continúo con mi día, despierto al poder creativo en toda área de mi vida. Creo en mí y en mis habilidades porque Dios es mi fuente de inspiración. Soy energético, vibrante y estoy lleno de emoción.