¿POR QUE NO MANDAS?
(paralelas)
I
Como al nacer el sol en el oriente los negros lomos de la tierra inflama, como Dios al mirar sobre los pueblos desaloja la duda de las almas en mis tinieblas casi macabras como rayo de sol fué tu sonrisa, consolación de Dios fué tu mirada.
Como brilló una luz en el desierto para salvar una nación esclava, como cruzó una estrellas los espacios al comenzar la Redención humana, -resplandecientes, a llamaradas-, surgieron, en mi senda, tu sonrisa, y en mi noche angustiosa, tu mirada.
Como el riego copioso de la nube las duras glebas del erial ablanda y los aires impuros purifica del polvo impuro que su velo empaña, -lluvia de oro, sonora y franca-, humedeció mis penas tu sonrisa, purificó mis besos tu mirada.
Como el endeble cráneo de los hombres, a pesar de caber en las dos palmas, la inmensidad del Universo encierra y sus ruines paredes no se rajan; así en el parvo duomo de mi alma, está como la aurora tu sonrisa... ¡como todos los orbes tu mirada!
Como pájaro y flor, en las agrestes, pavorosas llanuras desoladas, sol el retoque audaz que les proyecta vida, color, perfume, resonancia: en mi solemne, desierta pampa, como cántico y flor fué tu sonrisa, como cántico y flor fué tu mirada.
II
Como pugna una fuerza prodigiosa detrás de cada sol y cada larva, en la mole del mar y del rocío en la espiga del trigo y la montaña: tú no me tocas, tú no me hablas, y eres la sola vida de mi vida, su voluntad, su numen, su palanca.
Como a plena luz del mediodía semejan un insendio las cañadas, y a los oblícuos rayos de la tarde tranquilos mares de bruñida plata -sol de virtudes, astro que ama-, tú, sobre todos mis dolores juntos las ilusiones de tu luz levantas.
III
Como el Señor querría el Angel malo, si el Señor le volviese la Esperanza y en el vacío enorme de aquel odio la enormidad de su Perdón volcara; así a raudales, así a cascadas, se ha inundado mi pecho de un cariño que por cielos y tierra se derrama.
Cariño universal que me transporta más allá de mis dudas y mis ansias, que me impone surgir del horizonte limpio de mis pasiones y mis lacras, como penacho de ardientes llamas que hubiera puesto Dios sobre mi testa para darme el dominio de las almas.
Cariño que refunde mis potencias en la sola potencia sobrehumana de sentir nada más que lo sublime, de llorar nada más que por las alas... ¡virgen del cielo llena de gracia, que bajaste a gemir con los mortales y has hecho de mi espíritu tu alcázar!
Allí estarás como la sola dueña, allí serás la sola soberana: como rigen los astros a los mares, tú regirás mis ondas tumultuarias. Reina absoluta ¿por que no mandas? ¡Yo haré que todo el mundo conmovido se postre de rodillas a tus plantas!
¡Y te haré de mi gloria una diadema, de mi mente una túnica de grana, de laureles y aplausos una alfombra, de mi pecho y mi sangre una muralla; porque yo tengo virtud en mi alma, para llenar de admiración los orbes si una mirada tuya me lo manda!
Poemas de: Pedro Bonifacio Palacios
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